No se equivoca el hombre que ensaya distintos caminos, se equivoca aquel que por temor a equivocarse no lo intenta
Y aun así, mejor darle un repaso previo antes de proponer experimentos
El pasado
festivo día del Pilar, Fer y yo nos dispusimos a compartir unas horas intensas
de bicicleta como pareja bien avenida. El
propósito no era el pique o la rivalidad entre dos e-bikers de talantes diferentes,
sino intentar descubrir nuevos senderos allá donde se diría que nuestras ruedas
ya lo habían recorrido todo.
Dicho
y hecho y la ruta quedó marcada y lista para ser recorrida por quienes este
domingo hemos acudido a la cita: Andrés,
Ángel, Enrique, Fer, Juan, Luis Ángel, Patrick, Rafa y Alfonso.
La
mañana se ha levantado ventosa, pero la temperatura es más agradable de lo
esperado. Junto
a los coches y tras los abrazos de rigor mis compañeros se afanan en poner sus
bicicletas a punto para la marcha… yo llego listo y peinado desde casa.
La cara de Ángel muda de color en un plis plas. ¡No me lo puedo creer! - suspira con desazón. Se ha dejado en su casa, en Zarzuela, el pasador de la rueda delantera. Un poco de desconcierto. ¿Esperamos a que vaya a buscar la escurridiza pieza? Al final, Patrick se quedará esperando a Ángel y el resto iniciaremos ruta. Intentaremos encontrarnos más adelante en unos de los cruces del scalextric que tenemos previsto para hoy.
Hacia
Iberpistas primero y después, por marca de la Cañada Real Leonesa, por otro
sendero que nos muestra Fer siguiendo un buen tramo el cauce del río Gudillos. Después, otros ya conocidos hacia el
nacimiento del río cerca del “pilón”, la fuente de los Aserraderos. Se nota que es domingo, ya hay por allí ganado
tomando su primer aperitivo.
A partir de aquí, muy complicado describir algunos de los tramos que hemos recorrido, siguiendo senderos, adentrándonos en los pinares y confiando más en mi buena cabeza que en un GPS que casi se vuelve loco con tanto cruce de caminos.
Estamos en el GR-88, por debajo de la Casa del Baldío y a punto de coger pista que, de seguirla, nos llevaría hasta el alto de Cabeza Reina y es aquí donde logramos reunirnos de nuevo con Ángel y Patrick. Ya juntos, cogeremos desvío empinado por debajo del tendido eléctrico para tomar camino de las Campanillas y desvío hacia el cerro de las Asperillas.
Aquí
nos aguardan dos zigzagueantes descensos divertidos, el segundo de ellos
cogiendo el antiguo trazado que marcó en su día el Tío Cheli para llegar al cristo en el pino. Y de nuevo a tomar altura hacia el cruce de los Navazos para ascender, ahora sí, hasta
el Cerro de las Asperillas (1458 m)
Con el Tío Cheli en 2012 |
Un
par de toboganes sube y baja y ¡ojo!, no os paséis el desvío para coger
senderillo que seguro conocen más las vacas en su camino en busca de agua,
aunque hay que reprenderlas, sí, a las vacas, por no tenerlo demasiado limpio.
Vadeamos
el arroyo de las Mesas e indicamos a los compañeros un nuevo desvío, la entrada
a otro sendero, el más complicado del día por lo estrecho, desnivel y ramas
bajas que obligan a encogerse, aunque no demasiado sucio por la labor de
limpieza que hicimos Fer y yo durante nuestra exploración.
Tienes
razón Luis Ángel, recordando juntos nuestro último descenso desde las
proximidades del puerto de la Fuenfría, ningún sendero de los hoy recorridos merece
llamarse trialera. Senderos
muy revirados y de obligada habilidad para disfrutarlos, pero senderos al fin y
al cabo.
Hay
momentos en los que se pierde el trazado mientras atravesamos una preciosa
ladera de un verde intenso, dejando asombrados a quienes por allí deambulan en
busca de setas sin conseguir botín, pero es cuestión de seguir bajando al
encuentro de la puerta que nos da acceso a pista junto al Cordel de las Campanillas.
Estamos en la Garganta del Río Moros, a la altura de un aparcamiento que hoy está muy tranquilo y que invita a rodar también con tranquilidad hacia Puente Negro. Tenemos por delante 4 kms de ascenso por pista y yo, como en otras ocasiones, hago esfuerzos por seguir el ritmo de Enrique moviendo mi e-bike con la mínima asistencia. Aguardamos a reagrupar y prácticamente sin parar nos desviamos hacia las ruinas irrecuperables del chozo Madrid por senderos que siempre nos han encantado.
Vadeamos
el arroyo de Gargantilla, apenas con
agua testimonial, y atacamos repecho corto que todos superamos con esfuerzo y voluntad…
menos Andrés, que ha quedado parado más atrás, pues algún palo atravesado ha
provocado la rotura de la patilla o puntera del cambio. Afortunado él que lleva recambio y afortunados
todos por contar entre nuestras filas con quienes no se asustan ante averías de
este tipo.
Unos
minutos empleados en la reparación, no muchos, antes de proseguir con nuestro
recorrido que nos iza de nuevo hasta la pista, al punto más alto alcanzado hoy
(1486 m). No
mucho ¿verdad?, pero es que no hemos parado de subir y bajar.
Nuevo
descenso por sendero, este más pedrolero y sucio de ramas y palos que a punto
están de provocar caída, o al menos una avería gorda, a Enrique y a mí en dos
ocasiones si no llegamos a parar a tiempo. Estamos
en las Dehesas de la Garganta, acercándonos a la Plazuela de la Cebada y al
arroyo del Mostajo.
La puerta de Campanillas, amiga desde hace
ya muchos años, nos da la bienvenida y se alegra de vernos pasar a pesar de que
ella apenas puede mover alguna estaca de su alambrera.
Hacemos
amago de ascenso por la senda del Arcipreste, pero pronto nos desviamos por la
derecha para disfrutar de nuestro último sendero de hoy, el que conocemos por “el de los helechos” que en su
desaforado crecimiento se empeña en ocultar una senda que casi conocemos de
memoria y que prácticamente recorremos y disfrutamos a ciegas.
Último
apretón, porque aún restan fuerzas, para llegar hasta los coches y fundirnos en
abrazos y felicitaciones.
El
que no haya disfrutado de esta ruta que hable ahora o que calle para siempre. ¡Hasta la próxima!