Tenía preparada una
crónica que hablaba del desafortunado 2020 y de este 2021 que da sus primeros pasos con los
peores presagios, pero el fuerte viento provocado por la borrasca Gabriel me arrancó
de las manos los folios que había escrito y los hizo perderse por los aires.
Ya
que no podemos cambiar lo que nos rodea… intentemos
cambiar de tema
Costó hallar en la
Comunidad de Madrid un oasis, una zona aparentemente libre del COVID-19 pero,
una vez localizado y siempre con las
debidas precauciones, decidimos encontrarnos:
Ángel, Enrique, Eva, Luis Ángel, Patrick,
Rafa y Alfonso.
Por supuesto, seguimos sin poder compartir rutas con nuestros amigos segovianos y hoy además echamos de menos a otros compañeros cuyas áreas de salud han quedado restringidas. Con miedo que no se puede ocultar y precauciones a primera hora de la mañana, pero nuestros ojos se iluminan y casi lanzan destellos con el encuentro.
La mañana parece
fría pero no lo es y más de uno nos hemos abrigado más de la cuenta, por lo que
pronto lo notaremos al afrontar los primeros repechos.
Ya disfrutamos de
magníficas vistas del Embalse de San Juan en ocasión no muy lejana, pero hoy
iniciamos ruta acercándonos al pie de la pantalla, construida en 1955 para
abastecer de agua y electricidad el suroeste de la Comunidad de Madrid.
Increíble que todavía se tenga que advertir de que no seamos guarros |
Hasta no hace
mucho, el visitante podía disfrutar en un entorno privilegiado de sus 14 kms de
playas, practicar deportes acuáticos o simplemente bañarse en sus orillas, pero
estas actividades están ahora limitadas y las aguas del Embalse, hoy crecidas
gracias a las recientes nieves y abundante lluvia, esconden un puente medieval
de ocho ojos y las ruinas de la originaria ermita de la Virgen de la Nueva del
siglo XIII.
Nuestro track nos
adentra por senderos, muchas veces casi perdidos entre la vegetación y las
consecuencias de Filomena, lo que será casi la tónica general de la mayor parte
de la ruta. Los árboles caídos, de gran tamaño, allí
seguirán probablemente en espera de que el transcurrir del tiempo los vaya
deshaciendo, pero se nota que por una gran parte de los senderos ya han ruteado
andarines o ciclistas, también motos, que han dejado muchos tramos muy limpios. Nosotros también nos tomamos un buen tiempo en apartar ramas del camino.
Habremos empleado
más de una hora de nuestro tiempo y apenas se habrán recorrido 8 kms, ¿sólo? Sí, pero muy duros, subiendo por lanchas de piedra húmeda que hacen
temer algún resbalón y por senderos muy habilidosos con fuerte pendiente que
todos ponen a prueba.
Geniales las
vistas del Embalse desde su cara oeste, pero aún no ha cogido el nivel de agua
que sería idóneo y los pequeños barcos aparecen amarrados tristes junto a sus
embarcaderos.
Tras tomar buena
altura, bajamos nuevamente hacia una de las playas por genial sendero
pedrolero, complicado a tramos pero que superamos bien hasta que los árboles
caídos nos obligan a detenernos por cortar el paso.
Unos pocos
kilómetros y de nuevo toca ascenso duro, más si cabe que el anterior, donde nos
toca a todos cargar con las máquinas por muy eléctricas que sean. Se diría que es un trazado muy a propósito para rendirse y darse la
vuelta, pero no hay dolor… si hay que empujar se empuja y si hay que cargar se
carga, faltaría más.
Pero el subir y
bajar no se va a acabar… no hay nada más que ver los dientes de sierra del
trazado y en ocasiones llegan algunos tramos de sendero rodador que te permite
coger más velocidad y bajar la tensión. El Cerro
Calderona, el Cerro San Millán, el Cerros Cabrillas y otros que Filomena no nos
dejó enfrentar.
Alcanzamos campos de
viñedos y doy cuenta de que atacamos los últimos repechos, pero mis compañeros
no me quieren creer. La tierra húmeda, sin llegar a ser
barro, se adhiere a las ruedas como chicle y tienes la sensación de no avanzar.
Emprendemos ya
regreso hacia nuestro punto de partida, con unos 8 kms por pista agropecuaria
que coincide con el GR10. Dejamos a nuestra derecha el Monasterio de Santa María de Valdeiglesias
(o Monasterio de Pelayos) del siglo
XII, Bien de interés cultural desde 1983.
O nos ha pasado
factura las 3 semanas de inactividad (dos
domingos) o es que realmente ha sido muy duro nuestro recorrido, en el que resultaba imposible poder coger buen ritmo de marcha sin tener que
apearse continuamente. ¡Filomena, Filomena!, que mal te has portado.
Buen trabajo les
queda a los agentes forestales y responsables de tantos y tantos lugares para
evitar que tanta vegetación caída se convierta en pasto de las llamas en
verano.
Mientras tanto, si podemos y nos dejan, seguiremos limpiando senderos a nuestro paso y haremos lo imposible por seguir siendo felices. Igual os deseamos.



