No era una mañana oscura ni
tomentosa…
Monto
en mi coche para dirigirme al punto de encuentro y me sorprende encontrar una
mañana tan clara, especialmente clara. Tanto
es así que no puedo evitar mirar un par de veces el reloj para asegurarme de
que no me he dormido y acudo tarde.
Este
mes, varios compañeros han cumplido años y los buenos deseos han volado por las
redes sociales, especialmente en nuestro grupo de WhatsApp. Desafiamos al coronavirus cuando nos
encontramos y los abrazos son efusivos, más con aquellos a los que reiteramos
nuestra felicitación.
Hasta
San Agustín de Guadalix nos hemos
acercado: Andrés,
Ángel, Enrique, Eva, Fer, Jesús, José, José María, Juan, Luis Ángel, Miguel
Ángel, Patrick, Rafa, Santi y Alfonso. Y
mucho antes que nosotros, siglos atrás, íberos, romanos y visigodos,
sin contar que el ejército de Napoleón incendió esta villa cuando la Guerra de
Independencia ¡Tóma
ya!
Se
podría pensar que la ruta va a permitir coger un buen ritmo y con ello regresar a buena hora para dejarnos
invitar y para que los que tienen compromisos familiares acudan con tiempo,
pero el recorrido sorprende a más de uno y los imponderables siempre aparecen
en el momento menos oportuno.
La
propuesta de hoy es un mix de las rutas realizadas por grupo reducido el día 3
de noviembre de 2018 (entre los que Jesús
y yo mismo estuvimos) y por Eva y Patrick en fecha más reciente, dando por
resultado una nueva ruta que esperamos haya sido del agrado de todos.
Una
vez más, hemos anticipado el track para quienes se lo han querido descargar y
muchas veces acabo dudando si este es el proceder correcto. Aquel que tiene el track en su GPS se siente
más seguro y confiado de que no acabará perdido.
Pero
en algunos compañeros, ser poseedor del track ejerce un extraño efecto, tal vez
de independencia y liberación, permitiéndole descargar en los pedales la
energía que le sobra y marcando muchas veces su propio ritmo.
Partimos
agrupados, muy agrupados, afrontando un primer repecho, pero la cosa se
complicará cuando entremos en la Dehesa
de Moncalvillo, en la falda del madrileño Cerro de San Pedro, ya visitado
en otras ocasiones. Tierras
donadas para su uso a los ayuntamientos de Pedrezuela y San Agustín de Guadalix
en 1459 por los Señores de Mendoza.
Los
senderos aparecen a diestro y siniestro, se entrecruzan aquí o allá,
complicando el seguimiento del track mediante el GPS (que siempre tiene un margen de error) si no lo tienes también claro
en la memoria. Solamente
al ganado que por allí está pastando parece importarle poco su localización
exacta.
Avanzamos
por estrechos senderos que atraviesan prados inmensos, paisajes muy diferentes
de los que últimamente estamos acostumbrados a visitar.
Nuestro
recorrido nos acerca hasta una de las charcas que se pueden encontrar en estas
dehesas, la charca de Hilo Peñas, donde tendremos oportunidad de tomarnos un
pequeño descanso.
Pronto,
el suave rodar va a cambiar. Atrás
quedan los prados y ahora se nos presenta un duro ascenso por el Lomo de los
Quemados, por sendero que coge duro desnivel y acumula mucha piedra. Turrón del duro, que dirían algunos.
La
marcha se ralentiza mucho. Se
lucha por encontrar la mejor línea de trazado y evitar tener que poner pie en
tierra. El
compañero que va delante sirve de referencia. El grupo se estira y se estira
hasta llegar al Cerro de la Camorcha.
Recuperamos
fuerzas, divirtiéndonos con descenso rápido por sendero de a uno que sigue el
trazado del Arroyo del Valle y que obliga a poner mucha atención para no
salirte del camino y acabar por los suelos.
La
alegría se acaba pronto, ahora toca una nueva remontada por la zona de
Matarrubias hasta enlazar con el Camino de Guadalix de la Sierra. Formidables vistas las que tenemos desde este
punto.
Descenso
por la loma hasta el Embalse de Pedrezuela (antes
“del Vellón”), que se terminó de construir en 1967 y que represa al río
Guadalix. Nos
encontramos en la cuenca del río Tajo.
Paramos
la marcha, es obligado en tan bonito lugar y nos entretenemos unos minutos para
hacernos una foto, pero un vigilante nos informa de que allí no está permitido
detenerse. Vale,
vale, ya nos vamos.
Marchamos
hacia la localidad de Pedrezuela por camino en ascenso sin demasiado desnivel,
pero parece que ya se empiezan a resentir algunas piernas. Pasaremos junto a los muros de la iglesia
parroquial de San Miguel, de estilo gótico, pero hoy no vamos de turismo, hay
prisas en el grupo.
Salimos
del pueblo por caminos rurales y parece que se agradece cuando tomamos descenso
en busca del Canal del Mesto o Canal
del Guadalix. Bastante
desnivel que embala las bicicletas, pero hay que tener precaución con los
andarines que suben.
Este
Canal enlaza por gravedad el Azud del
Mesto, embalse en el río Guadalix de 1905, hoy en desuso, con el canal
Bajo, con una longitud de 3,7 km.
El
recorrido merece la pena de ser disfrutado, pero hay muchos andarines que han
pensado como nosotros y todos hacemos esfuerzos por facilitar que los unos y
los otros avancemos aunque sea muy despacito.
A
mitad de recorrido, tenemos que atravesar una zona más complicada de piedras y
casi antes de que Jesús se dé cuenta, Miguel Ángel, que va detrás, ya le ha
visto romper el cambio. Sí,
una vez más, pero ya es costumbre llevar recambio de la patilla y confiar en
que el daño no haya sido mayor.
Nos
apartamos como podemos en un recodo del camino y mientras se intenta arreglar
el daño, nos vuelve a adelantar grupo grande de andarines que habíamos dejado
atrás. El
tiempo se demora más de lo esperado.
De
nuevo en marcha, aunque el cambio de la bicicleta de Jesús no va fino y nos
acercamos a desvío con la intención de ver las Cascadas del Hervidero, con sus saltos de agua entre roca silícea. Auténtico hervidero, pero de excursionistas
que van de acá para allá intentando conseguir las mejores vistas.
Unos
compañeros se acercarán más para hacerse una foto, otros esperaremos y los
menos optarán por seguir adelante y ganar tiempo al tiempo.
Después
de cruzar el río Guadalix, todavía nos quedarán unos duros repechos por carretera
sin circulación, tomando la altura necesaria para después coger desvío y disfrutar
de la rápida y divertidísima Vereda del Carril de las Mentiras.
Nosotros
no hemos mentido. Así
sucedió y así lo hemos contado. Las
celebraciones de cumpleaños quedarán pendientes, que no olvidadas, para la
próxima ocasión.