Que nadie te quite la felicidad que sientes cuando haces lo que te gusta
En
mitad de la ruta de hoy y precisamente coincidiendo con parada para coger
agua, recibo una llamada telefónica… Es
Luis Ángel. Se
encuentra esquiando allá donde la nieve aún se lo permite, pero nos manda
recuerdos y un abrazo para todos. ¡Un detalle amigo! No oculta que nos echa de menos y sabe que
nosotros a él.
El
año pasado, por estas fechas, acometimos con ganas la misma ruta de hoy a pesar
de que la nieve cubría laderas y senderos. Esa
nieve abundante que se disfrutó en la mayor parte de la ruta pero que, al dar
paso a grandes placas de hielo que acechaban en cada curva y amenazaban con
provocar alguna mala caída, nos aconsejaron configurar variante que a la postre
fue del gusto de todos.
Hoy,
sin embargo, con unos días de diferencia en el mes pero un año más tarde, la
nieve apenas se deja ver en algún perdido nevero donde se niega la entrada al
sol y se ha convertido en agua pura y cristalina que se desliza con estrépito
ladera abajo por cada arroyuelo.
En
otras ocasiones partiendo desde Manzanares el Real, pero hoy ya repetimos desde
Soto del Real, acaso pensando en tener lugar a mano donde poder compartir unas
cervezas a nuestro regreso y porque el inicio de ruta, no sé a los demás, pero
a mí me gusta especialmente y ofrece variantes que ya contemplaremos en
próximas ocasiones.
Nueve
de largo y un valiente de corto, estos somos los que acudimos a la cita: Ángel, Enrique, Ernesto, José María, Jesús,
Juan, Pawel, Rafa, Santi y Alfonso.
Valiente
de corto digo, porque la mañana está fresca, bastante más fría de lo esperado,
pero aun así Juan quiere empezar a quitarse de sus piernas la palidez invernal.
Sin embargo, las chaquetas
se mantendrán puestas hasta final de ruta.
José
María siempre sonríe y no sabemos si lo hacía habitualmente o sólo desde que se
unió a nosotros, pero hoy tiene además un algo especial, algo infantil diría
yo. La sonrisa del niño que
estrena bici nueva. ¡Enhorabuena!,
que la disfrutes.
Antes
pasábamos de largo, pero ya se ha convertido en habitual detenernos junto a la
pequeña Ermita de San Blas. El
sol empieza a dejarse notar, a pesar de que por debajo de nosotros la niebla se
algodona y oculta el Embalse de Santillana.
El
corto repechón enfilando hacia Miraflores de la Sierra nos indica que tras giro
entramos en el Camino del Monte Aguirre. Ni
una muestra de nieve se logra ver.
Tomamos
la pista hacia el Puerto de la Morcuera, que abandonaremos después de dejar
atrás la Fuente de la Parada del Rey,
pero en ausencia del monarca el que hoy ha parado a coger agua ha sido Jesús. Curiosamente, el punto más alto de la ruta se
encuentra un poco después de superar esta curva.
El Camino del Mostajo se recorre a buen
ritmo y nos tomamos un descanso antes de emprender descenso hacia la Casa
Forestal, restaurada en su momento y que ya ha perdido el tejado.
No
hace falta quitar candados a la Puerta
del Hueco de San Blas, está abierta
y allá vamos, a recuperar todo el desnivel que acabamos de perder con la
trialera. El
agua se sigue dejando oír y desciende hacia el valle con el mismo descaro que
nosotros tomamos altura.
El
día muy despejado, precioso, dejando disfrutar con nitidez de la vista de las
cumbres y del valle, al menos hasta donde alcanza la vista y el Arroyo del Mediano cruzándose bajo
nuestros pies cuando paramos para reagrupar.
Hoy
sí podemos seguir adelante por el Camino Forestal a San Blas, algo más de 4,6
kms que a tramos resulta duro, pero que es una sucesión de toboganes que
castigan las piernas, hasta donde el camino dice basta y es momento de
detenerse para disfrutar del sol y del paisaje… ¿del paisaje he dicho?
Vemos
las crestas de los montes cercanos, pero sólo se intuye o se recuerda de anterior ocasión que Manzanares y Madrid están más
abajo . Las nubes se mantienen por debajo de
nosotros. Momento
para relajarse y para bromear.
Ahora
toca regresar, superando de nuevo los toboganes, cogiendo algún descenso
complicado por el Cordel de Prado Herrero, una vía pecuaria de origen medieval
que, junto al cordel de la Morcuera, utilizaban los pastores para subir sus
ganados a las majadas estivales.
Regresamos
hacia la Casa Forestal por la pista baja de la Hoya, con bromas y demarrajes de
un Pawel al que parece sobrarle energías. Una puerta metálica que ya conocemos
nos permite abandonar la pista para coger descenso por sendero a tramos
complicado por el Prado Montero.
El
cielo se ha cubierto ocultando por completo un sol que parece retirarse cuando
vamos llegando al final de nuestra ruta. Hay
que vadear el Arroyo del Mediano y algunos compañeros se dejan enseñar el Puente de Carlitos, pero habrá también
a los que no les importe mojarse algo los pies.
Un
desvío nos sitúa en el Camino Mendocino y las bicicletas ya parecen volar de
regreso espoleadas por sus dueños, para llegar al final de ruta con caras de
satisfacción.
Hemos
llegado a muy buena hora, pero jamás se han recogido las bicicletas tan rápido
antes de acudir juntos a tomarnos una apetecible cerveza... a mi salud. Gracias amigos. Nos vemos muy pronto.
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