Dícese y haremos bien en
creerlo, que la Orden del Temple fue
fundada por nueve caballeros.
AlfonsoyAmigos
tuvo también sus orígenes, hace menos años, claro está, pero al día de la fecha
no se sabe a ciencia cierta su número exacto de miembros, pues no hay contador
que se haya puesto a la tarea y algunos permanecen en la sombra esperando el
momento oportuno para aparecer.
Lo que es sabido por todos
y nadie pondrá ya en duda a estas alturas, es que basta que se lance una
propuesta y flote en el aire la posibilidad de “obtener gloria”, para que un grupo numeroso dé un paso al frente y
se presente voluntario sin preguntar más que: ¿Dónde? ¿Cuándo?
El Rincón de María Hontoria del Pinar (Soria) |
Finalizando la ruta el
domingo anterior, ya quedó claro que recorrer el Cañón del Río Lobos, en Soria, era el nuevo objetivo marcado.
Varios compañeros habíamos
tenido ocasión de disfrutar de esta ruta el año pasado, pero fueron otros
muchos los que no dudaron en aprovechar la oportunidad que anteriormente habían
perdido.
El martes se colapsaban
las vías de comunicación, nadie quería esperar a que llegara la propuesta “oficial”
y todos reclamaban información de manera inmediata. (Cansino realmente, con un WhatsApp que tintinea constantemente).
Unos con intención de
desplazarse el sábado por la tarde y pernoctar en el punto de encuentro, otros
con mayor sacrificio, madrugando e incluso sin acostarse después de noche de
guardia.
Trece, catorce, quince… el
número iba en aumento, pero “el hombre es dueño de sus intenciones, no de sus
consecuencias”
Rafa, ausente en numerosas
rutas, estaba dispuesto a acudir con su hijo, pero el mismísimo sábado se fractura un codo
en una absurda caída. Juan acaba siendo sensato y desestima la escapada al
comprobar que aún le duelen las costillas después de su reciente caída.
Un par de bajas más,
ausencias con justificaciones ineludibles y el grupo protegido por los hados
queda conformado como sigue:
Cuatro pasamos noche en el
Hotel Manrique de Lara en San Leonardo de Yagüe y Juan Patricio
hace lo propio en Navaleno…
localidad que al ser consultada por internet te lanza inmediatamente
información tentadora sobre el restaurante galardonado con un estrella Michelin, La Lobita.
Ferluy tan cordial como siempre Arriba en 2015, abajo en 2016 |
No queda muy claro quien
enredó a quien o si es que todos deseábamos darnos un homenaje a la amistad,
pero allí acabamos cenando los cinco y disfrutando de una explosión de sabores.
Alguno lamentó no haberse llevado las gafas de ver de cerca, pero aprendimos
muchas cosas y nos reímos mucho más.
Perdonad, pero las
anécdotas de la cena dan para crónica aparte y para risas durante meses.
Domingo por la mañana, sincronización
perfecta de relojes y el inicio de ruta solamente se demora unos minutos por
disfrutar con las primeras risas en un desayuno relajado.
Ante todo amistad |
El perfil de la ruta
resulta engañoso a la vista, pero el mayor desnivel se supera en los primeros 6
kilómetros, siendo el resto en descenso o en suave ascenso. Hoy el reto no consiste
en la realización de grandes esfuerzos. La habilidad de cada uno será puesta a prueba.
¿Calavera?, ¿Cara del diablo? ... ¿La puedes ver? |
Salimos de San Leonardo de Yagüe y por pista
forestal nos dirigimos hacia la localidad de Casarejos. Él no lo nota, pero la nueva bicicleta de Ferluy parece
tener vida propia y desbocarse en ocasiones.
Antiguo lavadero municipal
en el pueblo de Casarejos, que
siempre da pie a las fotografías y a las bromas, y abandonando a nuestra
izquierda la Ermita de Nuestra Señora de
las Angustias (que ella nos proteja)
nos pegamos al cauce del Arroyo de
Valderrueda, que ya donó toda el agua que le restaba.
Circulamos por los
primeros senderos divertidos y sinuosos que empiezan a hacer la delicia de los
compañeros novatos en esta ruta. Los veteranos sonreímos sabiendo que lo mejor,
lo impresionante, está por llegar.
Las paredes del cañón van
tomando dimensión y nos muestran grutas y cuevas aquí y allí. La mirada se te va de un lado y a otro pero ¡Ojo!,
que vamos rápido y te puedes salir del camino.
Toño se encuentra sombrero de señora que ya no abandonará hasta final de ruta |
Sí, porque es Andrés el que resbala y acaba metiendo un pie en remojo. A partir de aquí como se dice "de perdidos al río” y no, no perderá ocasión de refrescar sus pies en cada travesía.
En esta zona ya hay que
tener precaución con los paseantes y excursionistas que te cruzas o adelantas.
Los avisos por walkie no cesan.
La Cueva del Presón, pero la impresionante es la Cueva Grande, que se adentra unas decenas de metros en la roca con
dura pendiente de arena. Los que ya conocemos el lugar “bajamos piñones”
adelantamos el culo en el sillín y remontamos sin problemas hasta casi el fondo
de la cueva, montados en nuestras máquinas, con la admiración de cuantos nos
observan.
Habrá propios y ajenos que
lo intenten, pero con diferentes resultados.
Ermita de San Bartolomé desde la Cueva Grande |
Ansia por hacer fotos que,
con severo contraluz, son muy difíciles de lograr.
Visitamos la Ermita de San Bartolomé, cuya puerta custodia
quien cobra unas monedas por permitir la entrada. Mientras tanto, Ferluy y Toño
(no sé si alguno más) se esfuerzan
casi al límite por conseguir ascenso muy empinado por zona rocosa, para saludar
a dos buitres que nos observan tal vez curiosos, tal vez aburridos.
Interior de la Cueva Grande |
Ermita de San Bartolomé |
Unos kilómetros más hasta
fuente que necesita de bombeo manual y regreso por sendero diferente y
complicado. Ya “todo es regreso”.
Se empezó con temperaturas
fresquitas, tanto que Chicho dudó si llevarse algo de ropa de abrigo, pero ahora empiezan
a subir los grados y el aire se caldea más de lo deseado.
Interior de la Ermita de San Bartolomé |
Nuevos vadeados del Río Lobos, Andrés por medio del agua a pie
ya sin dudarlo, Ferluy superando lo impracticable, Ángel pensando que es mejor
acabar refrescándose y lo hace mojándose hasta las rodillas, Pawel, Enrique,
Juan, Eva, Toño… todos lo intentan, en esta o en otra ocasión, menos el
fotógrafo oficial que se asegura de que la cámara no acabe como submarino y se
pierda el reportaje.
Andarines por aquí, paseantes por allá, pequeños grupos ciclistas en ocasiones voluntariosos, pero tal vez menos habilidosos. Todos reímos cuando propios o ajenos acaban remojados.
Andarines por aquí, paseantes por allá, pequeños grupos ciclistas en ocasiones voluntariosos, pero tal vez menos habilidosos. Todos reímos cuando propios o ajenos acaban remojados.
Próxima parada el Puente
de los Sietes Ojos que, un año más por estas fechas, solamente nos muestra los
cantos rodados de su cauce. El agua brilla por su ausencia… y mira que se
hubiera agradecido.
Tras descanso y
avituallamiento comienza nuevo recorrido. No es el más bonito, pero si el más
divertido y por sí mismo se merece el desplazamiento que hemos hecho.
Seguimos el trazado del
Río Lobos, alternando sus márgenes y recorriendo su propio cauce repleto de:
piedrecillas, piedras y pedrolos de todos los tamaños y condición,
que a veces esconden bancos de arena en los que te hundes sin remisión.
(Me ha salido un pareado)
Por experiencia, lo mejor es alcanzar un buen ritmo que te permita rodar por encima de las trampas que te encuentras y disfrutar con el continuo zigzagueo de los senderos, que apenas miden en ocasiones el ancho del manillar de tu bicicleta.
piedrecillas, piedras y pedrolos de todos los tamaños y condición,
que a veces esconden bancos de arena en los que te hundes sin remisión.
(Me ha salido un pareado)
Por experiencia, lo mejor es alcanzar un buen ritmo que te permita rodar por encima de las trampas que te encuentras y disfrutar con el continuo zigzagueo de los senderos, que apenas miden en ocasiones el ancho del manillar de tu bicicleta.
Puente de los Siete Ojos Sobre el cauce del Río Lobos |
Esquivando árboles, remontando mini repechos a toda velocidad, superando raíces, agujeros, piedras que crujen a nuestro paso como si fueran de cristal y otras que saltan disparadas al ser pilladas de canto por nuestras ruedas.
Sendero que parece interminable a juzgar por el dolor que empieza a surgir en los brazos y, sin embargo, que temes que acabe en cualquier momento.
De los que venían más
atrás nada puedo decir, pero sí agradecer que llegáramos sanos y salvos, sin
pinchazos, reventones o extravíos hasta la fuente en la que nos agrupamos y
refrescamos todos. Yo, al borde de reventar de congestión soy víctima de las
bromas y del agua que ninguno duda en echarme por encima.
No hemos acabado la ruta
pero las felicitaciones y caras de satisfacción son compartidas.
Y ya con parsimonia, hasta el Rincón de María, en Hontoria del Pinar donde nos esperan nuestras amigas Paula y María, encantadoras como el año anterior, que nos preparan estupendas viandas a base raciones variadas y sabrosas, con cervezas con o sin alcohol pero bien acogidas.
Y ya con parsimonia, hasta el Rincón de María, en Hontoria del Pinar donde nos esperan nuestras amigas Paula y María, encantadoras como el año anterior, que nos preparan estupendas viandas a base raciones variadas y sabrosas, con cervezas con o sin alcohol pero bien acogidas.
Aprovechamos para dar las gracias a Paula, a María y a Paco, ciclista, deportista, conocedor de la zona como nadie, que se acercó a saludarnos al saber de nuestra llegada, compartió anécdotas y dio recuerdos para los ausentes en esta ocasión.
El Rincón de María, recomendado por AlfonsoyAmigos. ¡Volveremos!
Con el estómago lleno, cuando ya habíamos conseguido normalizar la temperatura corporal… Los termómetros marcan 35º y aún nos quedan casi 10 kms para finalizar nuestra ruta.
Apenas una o dos sombras solitarias dan cobijo a este grupo, que ya emplea las fuerzas que le quedan para apretar la pedalada, para exprimir al máximo la jornada.
La sonrisa de todos y los abrazos no son forzados, otro rutón que contar, otra jornada que mantener en la memoria para recordar.