Recién comenzadas las fiestas de
San Rafael, cuando muchos empiezan a dormir menos de lo habitual, nos atrevemos
a convocar una nueva
Marcha Nocturna –
Búho Bike.
El que ya ha probado esta
experiencia intenta repetir, acudiendo si le es posible y algún otro se anima a
probar por primera vez.
Con los unos y los otros llegamos
a formar en esta ocasión un grupete de 17 bikers, entre los que se encuentran
dos féminas aventureras, Belén y Lourdes.
El voluntario que se ofrece a
hacernos la primera foto de grupo antes de iniciar la marcha, pone todo su
interés y dispara varias instantáneas, pero me temo que le ha podido la
responsabilidad y se ha movido demasiado.
Intento salvar alguna de ellas.
En esta ocasión nuestro objetivo
es el alto de
Cabeza Reina, pero propondré itinerario que, en sus inicios, nos
aleja de este punto.
Se trata de marcha tranquila,
sosegada, de paseo, pero la buena forma física de los asistentes mantiene el
grupo unido a pesar de llevar buen ritmo.
Al principio de día, pero la
noche se nos va echando encima como manto que nos prepara para dormir. Pero
nosotros queremos estar despiertos, muy despiertos, pues hay que estar atento
al camino y los diferentes obstáculos que se nos presentan.
Puede que una marcha nocturna por
pista asfaltada tuviera su encanto, pero nosotros necesitamos algo más.
Las
piedras, ramas y arbustos que tenemos que sortear con habilidad forman parte de
la “sal y pimienta” de esta ruta, no podemos pasar sin ellas.
Todos sabemos que estamos
rodando, en ascenso, por la “alfonsina” y al que no se lo enseñamos.
Este tramo tiene su “aquel”, pues
siempre resulta especialmente duro para el que lo recorre por primera vez.
Obligado encender focos y pilotos
traseros, para ver y dejarse ver.
Alguno que no viene demasiado bien preparado
apenas logra ver un palmo por delante de sus narices.
Deberán unirse como lapas
a los compañeros más dotados (lumínicamente) si no quieren pegarse un morrón.
Esta pista es de buen recorrer y
la marcha se acelera. Un recuerdo para Javi de Cafetería Jara, que hace una
semana se accidentó justo en esta pista. Se fracturó el húmero y cúbito del brazo
izquierdo y fue operado este lunes. Nos dice que ya puede presumir de llevar instalada
una placa de metal (no dice si de matrícula). Un fuerte abrazo para él de parte
de todos.
Cuando llegamos a
Campanillas,
cogemos pista que en otras ocasiones hemos realizado en sentido inverso y
algunas sendas improvisadas que nos pondrán en la “encrucijada de
Cabeza Reina”,
muy cerca de la
Fuente de los Navazos.
Ya tenemos ante nosotros el monte
de Cabeza Reina, que es nuestro objetivo de hoy. La meta es volver a casa sanos
y salvos.
Creía haber preparado un
recorrido interesante, pero varios compañeros apuntan que hoy nos va a saber a
poco.
Iniciamos el ascenso hacia
Cabeza
Reina y yo voy pensando en las alternativas para el descenso.
El grupo se estira, es natural.
No hay grandes demarrajes, o si porque no los veo, pero el grupo en el que
marcho llevamos ritmo que nos permite comentar y apenas girar la cabeza a nuestra izquierda para observar San Rafael
iluminado en una noche especialmente clara. Una maravilla, pero no puedes
perder tampoco de vista el camino.
El monte más cercano a San
Rafael, atractivo en cualquier época del año y todavía hay compañeros que dicen
ascender a su cima por primera vez.
Tenemos a la vista el castillete
de piedra, guarda permanente de los montes que le rodean.
Recuerdo haber estado
aquí en toda época del año, con lluvia, nieve, hielo, niebla y numerosas
fotografías dan testimonio. Siempre una gozada.
Todos arriba nos felicitamos y
atacamos con presteza los bocadillos que con tanto esmero hemos envuelto en
casa pensando en este momento.
La luna se empieza a dejarse ver y
tomará media altura antes de que emprendamos el regreso.
La cámara intenta captar la maravilla del
momento, pero apenas lo consigue.
Hay que estar allí para sentirte un
privilegiado.
Por la tranquilidad de la noche, por las hermosas vistas y luces
de fondo que te rodean, por la buena temperatura y sobre todo, por los
compañeros que contigo comparten el momento.
Cuesta arrancar, alejarte y
abandonar sensaciones, pero hay que regresar.
La adrenalina que provoca un
descenso rápido impide que alguno se contenga y allá que va uno, dos, tres,
varios... ¡Ojo, puede cruzarse algún animal suelto!
El ascenso es rápido para
algunos. Ferluy y yo subimos a muy buen ritmo.
Varios por delante, muchos por
detrás, pero con menos de un minuto de diferencia.
Desde atrás una voz: “Alto,
pinchazo” y la comitiva se detiene como si la hubieran quitado las pilas. Belén
ha pinchado. Los voluntarios para ayudar se multiplican. En mi pinchazo del
otro día tuve apenas un par de ayudantes.
Unos cientos de metros y nuevo
grito: ¡Caída!
Preocupa y los de delante damos
rápidamente la vuelta y regresamos. En bancal de arena, Daniel “Forlán” ha
clavado su rueda delantera y salido de orejas. Le vemos ya de pie y
preguntándose ¿qué ha pasado?... Pues si no lo sabe él. Parece que está bien,
menos mal, vaya susto.
Podríamos tener a la vista el
pilón, pero apenas se logra ver por donde vamos.
Hay que marchar con más precaución si cabe.
En esta zona es difícil seguir
los “senderos de vacas” que buscamos y además hay mucha rama suelta, lo que
dificulta la orientación con poca luz.
Agrupados, compartiendo las luces
que llevamos avanzamos. Realmente está difícil avanzar, pero le da un punto de
emoción añadida.
Y llegamos a Gudillos sanos y
salvos, donde ahora sí se dejan sueltas todas las emociones, se mete el plato
grande y se realiza el último par de kilómetros desenfrenados.
Son más de las 00,30 horas de la
madrugada, los establecimientos habituales están cerrados, pero alguno nos
atenderá antes de que despidamos la ruta.
Jóvenes y mayores se encuentran a
las puertas de algunos bares, escuchando música y con jarra de cerveza en la
mano.
Nos ven llegar en fila india, con nuestros focos, como salidos de alguna mina
y nos saludan con algarabía.
Estamos de fiestas en
San Rafael.