No me lo podía creer. Acabábamos de llegar al punto de encuentro y varios compañeros invitaban a buscar dónde tomarnos unos churros
¿Pero no empieza el verano este lunes?
Cuando
salgo a la calle a temprana hora de la mañana voy ataviado acorde para lo que
se podría esperar de ruta de finales de primavera, pero el cielo cubierto, la
temperatura escasa de grados y el suelo algo húmedo me invitan a regresar a
casa y coger una chaqueta… por si acaso.
En
Collado Villalba, en aparcamiento que parece haber sido reservado para nosotros
y frente al tanatorio municipal, ya veo a compañeros que han madrugado más que
yo. Los saludos amables, efusivos
como siempre, denotando la alegría del encuentro.
Doy
cuenta de los que hoy hemos acudido. Ángel, Enrique, Ernesto, Fer, Jesús, Luis
Ángel, Miguel Ángel, Nacho, Paco, Pawel, Rafa, Santi y Alfonso. Una vez más a lo largo de nuestra historia
cuento 13, pero en este Grupo no hay
supersticiosos, ¿verdad Jesús?, solamente anhelo por divertirnos juntos.
La
manga corta de mi maillot permanece oculta bajo la chaqueta que afortunadamente he cogido a último hora, mientras los amigos rebuscan en sus bolsas a la busca,
caza y captura de ropa de abrigo. Cada
cual se apaña con lo que encuentra y los chubasqueros han subido de precio en los últimos minutos.
Santi
es el único que hoy se ha puesto de largo, a pesar de que ya hace años que cumplió los 18. De
momento, no sabemos si estaremos todos equivocados y habrá sido él el que haya acertado.
A las
pocas pedaladas, nuestro track nos indicaba que podríamos cruzar las vías del tren, pero hoy encontramos puerta metálica y candado que no ha llegado a perder
su brillo. Habrá que avanzar unos cientos de metros para encontrar paso subterráneo que nos permita cruzar y retomar el trazado por la Cañada de Merinas hacia Guadarrama.
Los
escasos rayos de sol que pudimos ver coincidiendo con nuestra llegada fueron
efímeros. A
medida que rodamos el cielo se va cubriendo y no presagia nada bueno y alzando la vista podemos ver los montes cercanos cubiertos por nubes muy negras y amenazadoras.
Parece
que cunde cierto desánimo en algunos compañeros viendo el panorama y no faltan
comentarios oscuros como el día… o ¿acaso son bromas? Prefiero no preguntar y seguir pedaleando.
No queda más remedio que callejear para atravesar Guadarrama, lo que no agrada a ninguno, para, ahora sí, coger el largo y duro cordel de la Calleja de los Poyales hacia Los Molinos. Casi 5 kms por pista en ascenso que se va haciendo más dura a cada metro superado. Pawel tira con fuerza, confiado de que tendrá reservas para lo que esté por llegar y por detrás, el grupo ralentiza la marcha tal vez con más precaución.
Descenso
rápido, sin mirar atrás, disfrutando sin apenas dar pedales hasta que nos
desviamos al entrar en el camino de Villarreal para coger… ¿un mejor recorrido?
Noooo, un sendero de pedrolos
en ascenso que a todos pone a prueba, al que le sigue una estrecha senda entre arbustos y piornos muy cerrados que nos calan de pies a cabeza como a coches en el lavado automático.
Ya no
recuerdo si hasta ahora nos ha llovido o no, pero os aseguro que vamos mojados
a pesar de que hace rato que los chubasqueros dieron colorido a la caravana.
Avanzamos
por terrenos conocidos por encima de Los Molinos y aprovechamos para hacer una breve parada para reagrupar y tomar una barrita y habrá quien rememore viejas
pesadillas cuando iniciamos la Solana de la Molinera hacia Los Lomitos. ¡Tranquilos!, que nos desviamos por la derecha
hacia Cercedilla.
Qué
poco nos gusta, pero no hay más remedio que volver a coger un tramo por
carretera, que procuramos alternar con alguna senda en paralelo, cuando la hay.
Afortunadamente, en cruce de
carreteras tenemos a nuestra izquierda puerta y acceso al desvío que debemos
tomar.
El
camino es de buen rodar, pero va cogiendo desnivel mientras rodeamos el Cerro de la Golondrina. Mi GPS me indica que hemos alcanzado el punto
más alto de la ruta a 1317m.
Un descenso divertido, a tramos trialero, pasando junto a la fuente de Los Rasos y la fuente de Los Cabreros. La zona está plagada de “minas antipersonal” recientes y activas. Se ve que la hierba fresca hace estragos en el ganado, tanto es así, que algunos andarines han marcado con banderolas las zonas más peligrosas.
Descendemos por el Collado del Buey teniendo a la vista el embalse de Navacerrada, pero seguimos adelante por la Sierra del Castillo hacia Collado Mediano, por zonas de abundante agua, lagunas que esta vez logramos superar, pero que nos traen muchos recuerdos divertidos de rutas pasadas. ¡Un afectuoso saludo a los amigos de Mybikesport!
Por delante un impresionante y largo descenso trialero, más divertido que complicado que se supera sin dificultad y después otro que hará lidiar de nuevo con ramajes y piornos asesinos para descender hasta Collado Mediano, cruzar las vías del tren por paso soterrado, callejear de nuevo y volver a cruzar las vías esta vez por puente elevado.
Hace rato que la cámara fotográfica no ha vuelto a abandonar su funda. Lo complicado de los senderos revirados, las zonas de pedrolos y trialeras y las ganas de disfrutarlos sin paradas se llevarán toda la atención mientras recorremos el camino de la Pasada hacia Alpedrete, donde ya sosegaremos la marcha para regresar hasta nuestro punto de inicio.
Apenas 800m de desnivel acumulado en un recorrido de 47 kilómetros, tramos de carretera que no nos gustan, callejeo en varias localidades, pero con rampones importantes y al menos tres descensos muy divertidos que nos han hecho casi olvidar que la lluvia intermitente ha querido ser protagonista. Ah, y a las 13,15 de vuelta en los coches.
¡Hasta pronto!