Muy por encima del
Collado de Marichiva se encuentra Peña el Águila, una cima que, hasta
ahora, era el “más allá” para AlfonsoyAmigos
Hemos
retrasado la hora de encuentro, pero San Rafael aún duerme y en el Paseo Rivera
solamente una ardilla está dispuesta a darnos la bienvenida.
Los
abrazos habituales, siempre generosos, tal vez ayudan a paliar un poco el frío
que se siente con no más de 6º. A
las fechas que estamos, habrá que irse acostumbrando.
Más
abrigados que de costumbre hemos acudido:
Andrés, Chicho, Fer,
Fernando, Forlán, Juan, Luis Ángel, Miguel Ángel, Nati, Pawel, Rafa, Toño y
Alfonso.
Bastantes
ausencias. Más
de una porque ha preferido llegar a tiempo de ver ganar al Atlético contra el
Betis, pero también hay quienes se preparan para otras pruebas deportivas y
para las que la vida te impone. Eva,
un besazo de parte de todos.
Fuera
de lo habitual, logramos ponernos en marcha tras diez minutos de cortesía. Esperamos que se convierta en
costumbre, (que últimamente nos habíamos
relajado bastante).
En
las cercanías del Río Gudillos la temperatura baja aún más, poca agua en el cauce
pero la zona retiene mucha humedad. Poco más de un grado marca el GPS. Es importante que pronto empecemos a
calentar… allá vamos.
Llegamos
a la Fuente Aserradores y nos alejamos de la puerta de Campanillas a pesar
de que ya nos ofrece paso libre a la Garganta del Río Moros. Con
más de una cara de extrañeza, los compañeros ven que enfilamos hacia el Camino
del Arcipreste.
La
intención se ve pronto. Atacar
un novedoso y duro repecho para tomar altura y seguir sendero forestal para,
ahora sí, entrar en la Garganta.
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En el Collado de Marichiva Con unos amigos que nos siguen en facebook |
Ya
hemos calentado piernas, de eso se trataba ¿no? Pues
a pedalear hacia el Collado de Marichiva,
que aún queda mucha ruta.
Sorprende
ver el Embalse del Tejo tan bajo de nivel, pero hoy tendremos oportunidad de
volver a verlo desde mucha más altura.
Una
parada para reagrupar y tomar algo sólido, en las cercanías del refugio de La
Vaqueriza, aprovechando que algunos tímidos rayos de sol se dejan notar. Parece haber pereza por arrancar pensando en lo que está por llegar.
Poco
más de un kilómetro de duro ascenso que ya todos conocemos. En esta época, el terreno está muy
roto y seco, con la piedra muy suelta, pero todos intentamos superar la prueba. Marichiva nos aguarda.
Muchas
veces hemos afrontado este reto con mayor o menor éxito, pero es la primera vez
que yo lo intento ayudado, y mucho, por una e-bike. No os riáis, mi reto de hoy es alcanzar
la cima con la mínima ayuda posible.
Prueba
conseguida, pero queda minimizada cuando vemos a Juan lograr el ascenso
únicamente a base de piernas y pundonor. Más
compañeros lo conseguirán también tras solventar algún resbalón inoportuno. ¡Bravo por todos!
En
otras ocasiones, una vez en el Collado de Marichiva, sabemos que lo que vendrá
después será más suave y llevadero, pero hoy… hoy lo más duro está por llegar.
A
nuestra derecha la primera “pared” que hay que derribar. Esperan algo más de 2 kms para pasar
de 1753 m a 2008 m. Mi
GPS acabará marcando más de 100 metros con un 23% de desnivel y más de 250
metros al 22%, sin menospreciar los tramos al 18%, 17%, 16%...
Ninguno
renuncia sin intentarlo y doy fe de que lo consiguen a tramos, cuando el
desnivel se vuelve algo más benigno. Me
permito el lujo de parar en los falsos llanos y ver el esfuerzo de los
compañeros.
Admito
que con esta ruta MTB he llevado a
mis compañeros al límite…, pero no me siento culpable.
La
culpa es compartida con Chicho con el que planifiqué días antes el recorrido. Estaba claro que alguna vez tendríamos
que llegar hasta Peña el Águila y
allí estábamos, disfrutando todos de unas formidables vistas de todo el
entorno.
Con
la suerte de tener un día claro por excelencia podíamos ver La
Peñota, la Garganta del Río Moros al completo, con sus núcleos urbanos, la
sierra de Malagón y Abantos, el Montón de Trigo, Siete Picos, Bola del Mundo,
la Maliciosa… las cuatro torres emblemáticas de Madrid…
Allí
estaba todo a nuestro alcance, dando la impresión de que se podría tocar
estirando el brazo. Una
auténtica maravilla. Mis
compañeros estarán de acuerdo en que el esfuerzo mereció la pena.
No
tan afortunada fue la decisión tomada para el descenso. Dejándonos
caer desde las cercanías del Collado de Cerromalejo hacia la vertiente
madrileña en busca de la pista forestal de Calle Alta, que nos hará regresar
hasta el Collado de Marichiva.
A
pesar de que por allí se había celebrado la semana pasada una “carrera popular”.
A pesar de que algunos
amigos, eso sí, endureros, nos habían indicado que era viable.
A pesar de que Fer consiguió descender
sin poner pie en tierra salvo en una ocasión. A
pesar de que nuestra compañera Nati ya lo había sufrido con anterioridad, tanto
que su mente lo había borrado de su recuerdo…
El
resto sufrimos un descenso penoso en el que no conseguíamos mantenernos sobre
la bicicleta e incluso acabamos desperdigados por la ladera medio extraviados.
Tres
kilómetros de pista en los que me dará tiempo a dudar si los compañeros, con el
lamentable descenso, habrían olvidado lo disfrutado en la cima de Peña el
Águila.
El
tiempo se nos ha echado encima y lo batallado ha sido duro. No nos planteamos otra opción que
tomar camino de regreso a casa, por el mismo recorrido de esta mañana, pero
ahora en descenso, dejando que las piernas se vayan relajando y la mente vaya
digiriendo todo lo vivido.
Aún
tendremos tiempo de compartir esas cervezas que tan bien nos caen después de
una formidable ruta.