El Olimpo solamente está al
alcance de los dioses
Ya avisábamos de que hoy habría
una espantada generalizada. Las razones, varias y diferentes.
Se prevé que va a hacer
calor y proponemos adelantar la salida media hora. Yo implantaría las salidas a
las 8,30, pero no quiero quedarme solo.
Hace ya calor en San Rafael
y El Espinar a primera hora y miedo nos da lo que nos vamos a encontrar una vez
que superemos el Alto del León.
Tres coches marchan hacia El
Escorial, seis ansiosos ciclistas viajan en ellos. Las máquinas, limpias y
engrasadas, están preparadas para que sus jinetes las exijan al máximo.
Cuando ya nos encontramos en
la Carretera de Guadarrama a El Escorial, pongo el intermitente del coche para
avisar que adelanto a un ciclista. Es nuestro amigo Javier “Galo”, que ha
pensado que la ruta de hoy se le iba a quedar corta y ha preferido venir en
bicicleta desde El Espinar.
Un par de kilómetros y nos
reunimos todos en el punto previsto de encuentro.
Allí estamos Andrés, Antonio
Montero, Enrique (que ha venido desde Madrid), Javi B, Juan, Sergio Moreno y el
campeón Galo que llega a los pocos minutos y con más de veinte kilómetros ya
acumulados en el cuerpo y no fáciles.
En el aparcamiento
coincidimos con algún otro grupo ciclista, pero nosotros iremos a lo nuestro,
procurando no atender a piques y desafíos ajenos.
Solo Andrés, Juan y yo
conocemos la ruta y no paramos de avisar de que se deben reservar fuerzas.
Galo ya viene entrado en
calor y el resto no tardamos en coger temperatura con el esfuerzo que se
realiza nada más comenzar a pedalear. El sol ya avisa a primera hora de que va
a ser un protagonista más.
En pleno esfuerzo resulta
muy complicado ir contando las curvas que te encuentras. En el suelo van
apareciendo números pintados, como un contador en descenso a medida que subes y
subes, pero solamente registran tras curva y contracurva, un lío. Finalmente yo
llego a contar 14, pero puede que a alguno le salgan cuentas diferentes.
Alcanzamos el primer mirador. Las vistas geniales en todo momento, pero es la
primera vez que estamos a la sombra... y se agradece.
Durante los próximos
kilómetros se nos permitirá rodar por pista entre arbolado, en un entorno muy
agradable, que te permite recuperar el resuello y coger fuerzas para emprender
el siguiente reto.
Detenernos en la Fuente de
la Teja, con agua abundante, es de obligado cumplimiento. Hay que aprovechar,
pues hay pocas fuentes en nuestro recorrido.
Pasaremos de largo junto al
Centro de Educación Ambiental “Arboreto Luis Ceballos”, zona protegida de la
Comunidad de Madrid.
Galo sigue acumulando
kilómetros, pero rueda con mucha soltura y permitiéndose bromas de todo tipo.
Unos cortos repechos ya
avisan de la que se nos viene encima. Mejor parar unos minutos para comer algo
antes de atacar la zona más dura.
Uno, dos, tres y allá vamos.
Javier B ya ha arrancado y
prefiere ir ganando terreno. De vez en cuando le dan esos ataques de
individualismo, en los que parece aislarse de todos.
Toño, Galo, Andrés y yo
mismo formamos grupo a la caza del escapado, pero una vez dado alcance es
preferible bajar el ritmo. Lo que nos queda por recorrer no invita a hacer
alardes gratuitos.
Sergio parece haberse
recuperado de sus dolores, Enrique marcha mejor cada día y Juan sigue
realizando esa labor oscura y sacrificada de cerrar filas, cuando realmente va
siempre sobrado de fuerzas.
Poco a poco Galo y Toño
tomarán distancia, no mucha y aunque yo opto por mantener ritmo con Javier B y
Andrés, al final me los iré dejando atrás poco a poco.
Algún ciclista de carretera
y algún amante de la MTB con más fuerzas nos adelantará, pero también iremos sobrepasando
a los que su osadía les está pasando factura.
¡Ahí está!, ¡ahí está!...
¿la Puerta de Alcalá?. NO el Alto
de Malagón (1534 m).
No somos los únicos que
realizamos parada en este punto, para recuperar energías y para disfrutar de
las vistas. Podemos ver, en un entorno precioso, el Embalse del Tobar.
Hace calor, pero a esa altura corre el aire y se agradece.
A nuestra izquierda sale la
pista forestal que nos llevaría al Cerro de la Cabeza (1620 m) a Robledondo, el
Puerto de la Paradilla y el Puerto de la Cruz Verde, como parte de ruta que ya
realizamos en sentido contrario en anterior ocasión.
Retomamos marcha en ascenso por
la misma pista que nos acompañaba, que es la Cañada Real Leonesa. Sí, la misma que tomamos desde San Rafael.
Recorremos un par de kms y
tomamos desvío por la derecha, ahora pedregoso y duro en los primeros cientos
de metros. Impresionantes las vistas del Monasterio de El Escorial.
Serán 3 ó 4 kms que nos
seguirán dando altura en busca del Pico de Abantos (1753 m).
Tomaremos decisión de acudir
a Refugio que merece la pena ser visitado, aunque en esta ocasión la vigilante
que allí se encuentra no nos permite subir a la plataforma para hacer una foto.
Estamos en el monte, en un
lugar remoto, pero cuando Sergio pretende aliviar su vejiga en lugar apartado,
recibe una fuerte bronca y con muy malos modos de la susodicha vigilante, que
debe tener entre sus funciones alguna más que la de protegernos de posibles
conatos de incendio.
A partir de aquí ya todo
será en descenso, pero antes de lanzarnos nos acercaremos a la Fuente del
Cerbunal, donde nos tocará disputar la fresca agua del chorro a una vaca
sedienta, que avisa de su presencia con sonoro cencerro.
En cruce con la Cañada
Leonesa nos despediremos de Galo, que volverá a casa siguiendo ruta hacia el
Camping de Peguerinos, el Collado Gargantilla y El Ingeniero. Creo que Galo se
ha ganado el Olimpo.
Al retroceder parte del
camino realizado, las bicicletas se lanzan solas y los frenos se ponen al rojo
vivo, muestra inequívoca del fuerte desnivel que antes hemos superado.
Esta vez tomaremos desvío
por la derecha, para seguir sendero plagado de piñas. Mejor buscar las zonas
limpias si quieres rodar sin problemas.
Y ahora tenemos que
descender por las Zetas “trialeras” de El Escorial, que otras veces hemos
realizado algunos en ascenso.
Juan tira delante y le sigo,
detrás Sergio y Toño siguiendo las trazadas. El resto disfrutarán del paisaje
según descienden.
Las raices, secas, menos
peligrosas que cuando se encuentran húmedas. El senderillo y las curvas
cerradas muy limpias, pero el crecimiento exagerado de la vegetación se come
parte del camino, te quita mucha visión y te hace temer que un cuerno del
manillar se enganche y acabes en el suelo.
Agradecer que acabamos todos
abajo sin ningún incidente. Hemos bajado unos 200 metros de desnivel en unas
cuantas curvas.
Recorrido hacia el Embalse
del Romeral y callejear hacia el Monasterio de El Escorial. Después, unos pocos
kilómetros por carretera y a disfrutar de un merecido refresco y aperitivos.
Hemos realizado pocas
paradas y además han sido breves, lo que nos permite volver a casa no solo
contentos, sino además pronto.
Sí es cierto que Galo ha llegado
a casa casi a la par que nosotros, pero no ha compartido las cervezas. Será la
próxima, ¡fiera!
La semana próxima más... ¡ah! y aquí está el vídeo, aunque aún andamos en pruebas con los nuevos artilugios.