Es genial que nos
emocionemos con los triunfos de los atletas olímpicos, que recompensemos con
emociones sus esfuerzos por ser los mejores
Creo que la competitividad
es legítima, pero llega un momento inevitable para todos nosotros, a unos antes
que a otros, en el que el verdadero desafío no es superar a los demás, sino superarnos
a nosotros mismos cada día, tanto como deportistas como personas
Seguir cuando crees que no puedes más es lo que te hace
diferente al resto
Unos
buscando sombra para los coches y otros llegando desde casa dando pedales, nos
encontramos a las puertas de La Casona en San Rafael: Andrés,
Ángel, Enrique, Fer, Jesús, Juan, Rafa, Santi y Alfonso.
Vemos
a Ángel como si se encontrara de huelga de brazos caídos y con cara que no
presagia nada bueno.
Tornillo
pasador olvidado, lo que resulta más habitual de lo que pensamos. Me
viene a la mente aquella ruta en la que estrené bicicleta y al finalizar y
regresar a casa descubrí que me había dejado olvidada una rueda fuera del
maletero del coche al recoger. Por supuesto, no la recuperé.
Afortunadamente,
Fer recuerda que tengo una bici muscular cogiendo polvo, cuyo tornillo sería
compatible y salgo en su búsqueda más escopetado que un repartidor de
mensajería. ¡Ángel, no te has librado de la ruta!
Nos
ponemos en marcha con demora, sí, pero con las ganas de todos de afrontar el
desafío que nos aguarda o de casi todos, pues alguno no disimula su recelo
viéndose acompañado por tres e-bikes, (hoy no hay muchas). ¡Tranquilo!
Que
el ritmo ya sabes quién lo marca.
De
San Rafael a El Espinar, recorriendo senderos enlazados que ya conocemos, para disfrutar
y evitar la pista forestal. Muchas veces, resulta
complicado seguir trazado sin perderse entre la crecida vegetación poco
amigable, con todo tipo de piornos, espinos y zarzas, entre los que parecían
esconderse decenas de gatos furibundos empeñados en marcarnos los brazos y
piernas con arañazos.
Todavía
con cierta euforia. Algo más de dos kilómetros
bajo zona arbolada, en un sube y baja para superar varios mini arroyos, cuyos
nombres no se han merecido figurar en los mapas.
El disfrutar se va a acabar
El
grupo suspira hondo con fuerza y asusta a varios pájaros que comían
plácidamente. Una vaca se nos queda mirando como pensando:
¡Ánde
irán!
A
ninguno nos resulta desconocido lo que nos aguarda. Cada uno,
marcándose su propio ritmo, olvidándose del compañero que podría sacarlo de
punto. Controlando
con maestría las pulsaciones o asustándose cuando el GPS marca el desnivel en
rojo. Pero
la mayoría se guía por sensaciones, parando cuando las piernas o la respiración
no dan para más.
¡Pero si son dos kilómetros
de nada!
Dos
kilómetros con desniveles del 10, 11, 13, 18 y hasta 34 metros al 24%. ¡Enormes
todos los compañeros!
El
desvío hacia el Camino del Ingeniero nos da un respiro a todos y nos
detenemos para recuperar… bueno, Enrique siempre prefiere bajar pulsaciones sin
dejar de pedalear.
Nos
desviamos a la derecha por sendero exigente que nos acercará hasta la cotera y
la puerta metálica. Ya tomaremos en otra ocasión
el desvío hacia la Cruz de Pedro Álamo. Ahora
lo que toca es dirigirnos hacia el único
enclave madrileño y el mojón de Las Tres Provincias: Ávila, Madrid,
Segovia
Hasta qué punto una ruta más
corta de lo habitual se puede hacer dura cuando el calor aprieta
Recorriendo
sendero, en descenso y con espléndidas vistas, vamos a rodar junto al
nacimiento del Arroyo del Boquerón. Hay
compañeros que preguntan si hay fuente cerca, pero todos tendremos que esperar.
Comento
que los mapas siguen indicando que en este tramo se encuentra la Fuente de
los Tientos, pero reconozco que no he sido capaz de encontrarla después de
muchos años.
La
temperatura ha subido bastante y ahora nos toca avanzar por el Camino de
Peguerinos, (o de Villacastín). Tramo
desafiante sin sombras, roto y pedregoso. Los
walkies avisan: ¡Hay pinchazo!
El
pinchazo en la bici de Rafa ha detenido el grupo, pero no faltan manos para
ayudar a solventar el problema. El
calor es intenso y hasta las lagartijas buscan resguardo bajo las piedras. Más
necesario que nunca encontrar agua.
Rápidos
en las bajadas y con parsimonia en los ascensos cerca de restos de bunkers. Me
adelanto y confirmo que hay agua unos metros más adelante, sin garantía de
salubridad, que llega a bañera que compartiremos con el ganado.
Apenas
un chorrillo de agua, pero muy fresca, que nos dará alivio a todos tras hacer
cola de espera con paciencia. Desconozco si tiene nombre,
pero más adelante, en la ladera hacia Peguerinos si recuerdo que se encuentra
la Fuente de la Reina.
En
encrucijada de caminos cogemos el de la izquierda, sin apretar la marcha,
superando los desniveles, buscando alivio en las sombras que van apareciendo en
el recorrido. Jesús recibe el golpe de una piedra suelta en
un disco de frenos que se va a quejar durante un buen rato crujiendo lastimero,
pero él no se quiere detener.
Donde
sí nos detendremos será junto a la Fuente de Fernando Benito, que ofrece
más garantías que la anterior. Tiempo para reagrupar y
refrescarnos una vez más, antes de seguir adelante.
El Collado
de Gargantilla está ya muy cerca, pero los walkies avisan de nuevo: ¡Hay
pinchazo!
En
esta ocasión es Juan el que tiene problemas. ¡Acércate
a la sombra!... y el equipo de expertos se pone de nuevo manos a la obra prestando
la mejor de las ayudas: Colaboración.
Cuando
ya vamos a arrancar, compruebo que mi rueda trasera ha perdido aire. Las
bromas surgen sin remedio: “Tres de tres, las 3 e-bikes”.
Un
poco de aire con la bomba y el líquido tubeless parece hacer efecto.
El
descenso por el roto, pedregoso, seco, polvoriento, empinado y con zarzas
flanqueando nuestro avance no os lo cuento. Hay
que sentirlo y ver cómo los compañeros tienen capacidad para recorrerlo “disfrutando”
y sin ningún percance. ¡¡Bravo por todos!!
Acabamos
en la monumental fuente de Peña Morena, pero ya no necesitamos agua,
estamos pensando en las cervecitas frías. Pagaré
una ronda con sumo gusto.
No se
me olvida: El viernes realicé esta misma ruta en
solitario para comprobar su estado y marcarla. A la
vuelta, pasando también por Peña Morena, me encontré con el amigo Juan Carlos,
(sobrino del dueño de La Viña, me apuntó) que me reconoció y
saludo con emoción: “Os sigo desde hace tiempo y me
encanta, aunque veo con envidia los lugares que visitáis”
Un
placer, Juan Carlos, muchas gracias en nombre de todos.