Menos mal que ha llegado Julio y que para
algunos se han abierto las puertas de las vacaciones. Para otros, tal vez sea
la llegada de rutas ciclistas más livianas, tranquilas, sosegadas y disfrutonas.
Pues será a partir
de ahora, porque la última ruta que nos hemos marcado ha tenido poco de
“liviana”. ¡Jopeta! A ver si se van
unos cuantos de vacaciones y podemos rescatar de archivo algunos trazados
clásicos que ya fueron descartados hace tiempo por “flojos”.
Mientras tanto, este
domingo tocaba enfilar los coches hacia Miraflores
de la Sierra y el aparcamiento junto a la vieja estación de tren. Habíamos quedado a las 8,15 pero a las 8 ya cruzo saludo con Edu. La verdad es que la mañana está preciosa, al menos por aquí clara y
fresca, haciéndote olvidar el madrugón.
Por la calle
empedrada se acercan nuevos vehículos y en pocos minutos habremos poblado el
aparcamiento. Todas las caras conocidas, pero faltan
algunas habituales que se echan de menos y tal vez se compense con la alegría
de ver llegar a Eva, mucho tiempo añorada.
Así que… no somos muchos,
ni somos pocos, probablemente los ideales para una ruta como la de hoy: Edu, Enrique, Eva, Fernando, Galo, Juan, Luis Ángel, Patrick y
Alfonso.
Empeño inútil
intentar conseguir que al inicio de la ruta partamos todos juntos. Hay quienes, dispuestos y preparados hace tiempo, incluso ansiosos, no
logran contenerse más y arrancan, mientras otros ajustarán los últimos detalles
a sus máquinas y darán las primeras pedaladas unos minutos más tarde.
Cuesta arriba, por
esa calle de la Estación empedrada que conviene iniciar con tranquilidad y que
nos acerca a la plaza de toros antes de acabar siguiendo trazado de la
carretera de Bustarviejo y la carretera de Rascafría a través de Miraflores.
La fuente de los
Lobos nos indica el desvío por la calle de la Fuente del Cura, pasando por la fuente del Berrueco y la fuente de
la Villa donde hoy no nos detenemos para hacernos foto… No, fuentes no nos van a faltar en el recorrido y todas ellas con agua
fresca y abundante.
Hemos entrado ya
en zona forestal, a cubierto de unos rayos de sol que de momento aparecen
perezosos y adelantamos grupo ciclista de amigos que, con rastreles en los
pedales parecen haber rescatado sus bicicletas de algún viejo almacén.
Un gran cartel
azul nos indica que entramos en el Monte “Perímetros
de Aguirre”. Aclarar que el nombre tiene su origen en
el apellido del ingeniero de montes “Joaquín Aguirre e Hidalgo de Quintana” que
a primeros del siglo XX repobló con pinos las antes peladas laderas de la
solana de la Najarra. ¡Bien por Aguirre!
Avanzamos por zona
muy conocida donde ya no hay pérdida, nuestro objetivo es el puerto de la
Morcuera y tenemos por delante casi 8 kms hasta poder coger desvío por la
carretera de Rascafría.
Por el camino
avanzo con Patrick y Eva y tras de nosotros alguien pregunta: “¿Eres Alfonso?” Se trata de Paco, de Soto del Real,
que se emociona con el reencuentro después de que nos viéramos por primera vez
en febrero de 2019. La alegría es mutua, Paco. Anímate, que ya sabes dónde encontrarnos. ¡Hasta pronto!
Al resto del Grupo
no lo vemos, han tirado delante a muy buen ritmo. A nuestra derecha el pequeño embalse de Miraflores y un valle que
siempre llama la atención.
Bien, nos están
esperando en el cruce y seguramente habrán aprovechado para tomarse alguna
barrita. Bueno, vale, seguimos ahora con más
precaución por carretera con tráfico de motos y coches. Dos kilómetros de ascenso hasta llegar al mismísimo cartel que nos
indica que estamos en el puerto de La
Morcuera (1796m) (Tercer puerto en altura de la Comunidad de Madrid,
aunque coincide con el de La Fuenfría)
Recuerdo lo
comentado en la crónica-convocatoria del jueves, cuando ahora intentamos
hacernos foto en este punto y hay que esperar turno y hacer virguerías para que
no aparezcan en la foto miembros de otros grupos. ¡Es lo que hay!
Vamos bien de
agua, pues hoy tampoco paramos junto a la monumental fuente Cossío, junto a la que encontramos aparcados numerosos coches.
Poco más allá del
km 19 de la M-611 tomamos desvío por la derecha e iniciamos recorrido por los
Altos de la Morcuera hacia el Collado
del Hontanar, que ya hemos disfrutado en otras espectaculares rutas por
esta zona y que nos da paso a un largo descenso de casi 7 kms hasta el Puerto de Canencia (1504m). El aire se mantiene muy fresco, casi frío.
Ciclistas también
veremos, pero a estas horas lo que más encontramos son andarines y
excursionistas que han llegado en coches o en autocares. Tremendo el bullicio y el trasiego de personal. Afortunadamente, nuestra ruta continúa y nos aleja hacia paisajes más
abiertos y silenciosos.
Se diría que la
“trampa de la ruta” da aquí comienzo, pues tenemos por delante los “Tres kilómetros sin piedad”. Los GPSs avisan, cambian de color a oscuro, alguno da pitidos de
atención… La pista forestal va tomando desnivel, al principio engañoso y
soportable, pero poco a poco y a veces de repente el suelo se inclina ante
nosotros. Cada pedalada es un triunfo.
Como otras veces
en momentos similares, cada cual va pendiente de su propio ritmo, de cada
pedalada y de lo que tiene por delante, marcándose como objetivo no acabar
poniendo pie en tierra y al principio se consigue, pero tenemos desniveles del
16, 17, 18%... hasta un 20%.
Cuando se alcanza
la puerta de la cotera todo parece haber finalizado pero a la izquierda tenemos
una auténtica pared, despejada, sin sombras, sin descansos, con terreno muy
seco y piedras sueltas que casi ruedan solas cuesta abajo. Suspiros para recuperar respiración, coger aire y ánimo y allá vamos. A fe mía que todos lo intentan dando el máximo y avanzan buen tramo
pero en algún momento una rueda resbala y pierde tracción, las pulsaciones se
disparan…
Hubo quienes en
anterior ocasión y con el terreno más húmedo alcanzaron el logro pero hoy sólo algunos consiguen remontar de un tirón, aún a costa de que las pulsaciones intenten salir disparadas. Estamos en los altos de Cabeza de la Braña (1771m) y los espectaculares paisajes
que logramos ver han merecido el esfuerzo y sorprende a los que han ascendido
por primera vez y a los que ya lo conocíamos.
Se acabó subir, ya
no hay que trepar más, pero OJO que
llega el descenso. Por sendero muy roto y resbaladizo
de piedras que se empeñan en moverse, con arbustos y piornos que te atacan sin
compasión en brazos y piernas o en la cara a nada que te descuides y un
desnivel que líbrense los que tengan vértigo… Por ahí avanzamos
de a uno, guardando distancias, poniendo los discos de freno al rojo vivo.
Un pequeño
descanso al llegar al Collado de Hernán
García (1607m), pero aún nos queda seguir bajando hasta Bustarviejo y lo
hacemos saltando sobre las piedras, zigzagueando para evitar las más grandes y
sueltas, evitando ramas bajas, entre arbustos que cierran el camino... una
auténtica gincana que agota las manos, brazos y piernas por la tensión.
Tremendo lo que
hemos superado, gracias al buen flow que hemos cogido siguiendo el trazado del
compañero que va delante y a la adrenalina que aflora por todos nuestros poros.
¡Bravo!
Por zona
habilidosa de lanchas de piedras que no conocemos bien aparece algo de relajo, exceso de confianza y puede
que cansancio y como consecuencia de ello Eva sufre una fuerte caída que a
todos preocupará. Afortunadamente ha sido el revolcón y unos arañazos. ¡Cuídate mucho campeona!
Ya sólo restan
unos 8 kms que discurren junto a las vías abandonadas del tren, unas veces
rodando por estrecho sendero y otras avanzando sobre el balastro. Los focos que llevábamos preparados nos permitirán avanzar en el oscuro
túnel más largo, (más limpio que en ocasión
de hace años), donde la temperatura desciende varios grados.
Tremenda la
emoción a nuestra llegada, tras ruta que unos conocíamos tan impresionante como
ha sido y que otros deberán contarnos qué les ha parecido.
Nuestros mejores
deseos para el equipo de compañeros aguerridos que parten esta semana para tierras galas a afrontar
nuevos retos.