Da igual en qué fecha caiga la Semana Santa
pues la lluvia siempre hace acto de presencia
Se trata de fiesta
móvil, cuya celebración varia de fecha de un año a otro. Recordad que en el
Concilio de Nicea (año 325) se decidió que la Pascua de Resurrección fuera el
domingo siguiente a la primera luna llena tras el equinoccio de primavera (21
de marzo). “No estoy muy seguro de que haya quedado
claro”.
Fechas de tiempo
inestable, lluvioso, de cambios súbitos… que te hacen dudar sobre si es
que cogen desprevenidos a los estudiosos de la meteorología o si es que te
engañan hasta última hora para no deprimirte.
Propongo firmemente
y pido apoyo para que “nos olvidemos de equinoccios y lunas llenas y se fijen
cada año para la Semana Santa aquellas fechas en las que se tenga seguridad de
que va a hacer buen tiempo”. ¿No es una fiesta móvil? Pues eso.
Ya hubo compañeros
que se anticiparon marchando el martes hacia Aranjuez y quienes el miércoles se zurraron con ascensos a los puertos
de Morcuera y Canencia de una tacada… los hay pa tooo.
Para el jueves estábamos dos dispuestos a marcarnos ruta relajada, ya
que el buen tiempo seguía acompañando, pero llega “AstraZeneca” y se empeña en
dejarme más molido que una gripe puñetera. Pues nada, a
intentarlo el viernes y nos animamos tres amigos, pero la mañana aparece con
chaparrón intenso que nos dice: “Hoy tampoco
amigos”
Venga ánimo, que
todavía quedan días de Semana Santa y parece que el sábado va a mejorar… sí, pero habrá
que volver antes de las 3 de la tarde, que se avisa diluvión, apunta algún
precavido.
Nos olvidamos de
la ruta prevista inicialmente y de nuevo Enrique y Fonsi proponen alternativa
que ya debe empezar a mosquear a más de uno, pues en esta ocasión solamente
aparecemos 10 a la cita: Ángel, Enrique, Jesús,
Juan, Luis Ángel, Miguel Ángel, Nacho, Rafa, Alfonso y regresa después de
mucho, mucho tiempo, Samuel.
Cuando le mandé el
track a Samuel para que se animara a venir me contestó: “En un principio parece asequible”. Y asequible ha
sido la ruta, TODAS SON ASEQUIBLES puesto que todas las hemos realizado, pero
hoy parece que han picado un poquito en las piernas algunos repechos y aun así,
el regreso se ha realizado durante varios kilómetros, como ya va siendo
habitual, con un sprint sobrado de fuerzas.
Salimos desde Los
Negrales tras haber aparcado junto a unos chalets y el ladrar de los perros
anuncia que no agradecen nuestra visita a hora tan temprana. Todavía a ritmo
sosegado, muy en grupo, disfrutando del frescor de la mañana, avanzamos por la
Cañada de Merinas hacia Guadarrama y seguimos con suave desnivel al principio
por el Cordel de la Serranilla y la Vereda del Canto de la Pata.
Al recorrer la
Cañada Real de las Merinas el pedaleo se va poniendo algo más duro, los piornos
nos rodean y algunas lanchas de piedra nos ponen a prueba antes de alcanzar a
ver el embalse de los Irrios (Presa
del Bocao). Esta parte del recorrido nos la enseñó nuestro amigo Patrick en Abril del 2019, soportando por entonces una
temperatura más alta y un embalse que acusaba sequía.
Unos minutos de
descanso, de relajo, de bromas y de fotos, muchas fotos que se pueden ver en nuestra carpeta.
Intento fallido de
pasar al otro margen del embalse por donde nuestra memoria nos guiaba, pero al
final hay que retroceder y realizar el paso al pie de la pantalla, por un tramo
trialerillo superable con habilidad y con las indicaciones de los compañeros.
Rodar y rodar rápido por el
Cordel de Valladolid, perdiendo mucho desnivel, con aire que todavía resulta
agradable a la cara pero que presagia bajada próxima de temperatura y
preparándonos para el subidón que se aproxima una vez que crucemos puente bajo
la Nacional VI.
El rampón se
supera, con esfuerzo, con ánimo, pero la tierra se inclina de nuevo, una y otra
vez, poniendo a prueba las voluntades una vez que entramos en zona forestal,
llegamos al Cruce de las Conejeras y seguimos ascenso por la pista forestal que
viene desde el embalse de La Jarosa.
Terrenos conocidos
de muchas otras rutas, dejando a nuestra derecha la fuente del Arroyo de las
Chorreras. Parece que no necesitamos agua, pero el arroyo
de los Álamos Blancos y el de Matalachina se dejan oír en su discurrir ladera
abajo antes de que lleguemos al punto más alto de nuestra ruta.
Estamos a 1381m y
es momento de tomar desvío por senderillo que en sus inicios se antoja muy
sencillo, lo que no ayuda a entender cuál fue el motivo de que Ángel rompiera
llanta en diciembre de 2020 en lugar con menos
dificultad.
Tanto Ángel como
yo hoy sí disfrutamos del
descenso, pero también lo hacen el resto de amigos a pesar de que la dificultad
va in
crescendo a cada metro que avanzamos por mini senda junto al arroyo del
Picazuelo que Luis Ángel llamará “trialera infartante”.
Encrucijada de
sendas y los que vamos atrás ya hemos perdido de vista a los compañeros que
parecen volar sobre los pedrolos escalonados. Con apenas
segundos de diferencia o así lo creemos algunos, acabamos reagrupando a la vista
del embalse de La Jarosa, que hoy tiene cerrado a cal y canto el merendero de
su área recreativa.
“El frotar se va a
acabar”, pero nada se ha dicho de volver
a subir y subir, por pista forestal que vuelve a ofrecernos unas rampas
castigadoras que zigzaguean en un vano intento de aliviar el desnivel cuando
nos acercamos a los muros y vallas de piedra de Cuelgamuros, límites del Valle
de los Caídos.
Con la debida
precaución, muy atentos a la presencia de andarines o excursionistas, pero
tenemos por delante un descenso rápido de algo más de 4 kms en los que es difícil
sujetar las bicicletas sin dejarse las pastillas de freno en el intento.
El peor tramo de nuestra ruta, este en el
que tenemos que coger la M-600 para acercarnos de nuevo a Guadarrama, en día en
el que la circulación de vehículos es especialmente abundante.
Y yo me pregunto (últimamente estoy muy preguntón). ¿Por qué no se empieza esta ruta directamente en Guadarrama? ¿Eh? Tranquilos, que ya me respondo yo: “Pues porque no queremos”
Podríamos habernos
quitado de la ruta casi once kilómetros, pero es que siempre se hacen muy
llevaderos a la ida, hoy muy divertidos por los enorme charcos que hemos tenido
que sortear y ya ha quedado claro que se disfrutan una enormidad de regreso,
con la adrenalina disparada y la marcha alta tras haber tenido que encoger los
músculos kilómetros atrás.
¿Estamos bien? "Todos bien", contestan sonrientes y contentos quienes acaban de
realizar (acudo de nuevo a Luis Ángel): “Un rutón de cuidado”
... y sin que nos haya caído ni una gota de lluvia.
Mi agradecimiento personal al amigo Fer,
que me ha permitido disfrutar de esta jornada al prestarme su bici. Fuerte
abrazo.