Dicen que ha llegado la primavera, también a la ciudad
Y así debe ser porque, cuando me asomo a la ventana, oigo trinar a más pájaros que de costumbre o acaso lo hagan con más intensidad.
Tal vez
sean los mismos de hace unos días pero puede que ahora, sin que nadie ni nada
perturbe su vuelo, se sientan más libres para acampar a sus anchas en aleros y
balcones y para cantar a libre pulmón.
Dicen que
se puede escuchar el sonido del silencio y ahora soy más consciente de ello. De repente ha cesado en las calles ese murmullo amalgamado
que ya formaba parte de nosotros, esa mezcolanza de ruidos, sonidos y voces de
una ciudad activa… de una ciudad viva.
Ahora, el
silencio se ha hecho dueño de las calles. Los ciudadanos que se aventuran a
salir (quiero creer que por necesidad),
no buscan compañía, no buscan charlar e incluso giran sus rostros hacia otro
lado para evitar saludar.
Solamente
cuando el reloj marca las 20,00 horas, parece oírse un pistoletazo de salida
del que algunos escapan segundos antes incapaces de contenerse. Las ventanas y balcones se abren y las gentes se
asoman sin pudor.
Es momento de gritar: “Vecinos, estoy aquí, como vosotros” y de aplaudir, de aplaudir con ganas, de rabia contenida y de agradecimiento, un agradecimiento inmenso hacia los profesionales y voluntarios que velan y se juegan la vida por todos nosotros. Para decirles a todos que estamos con ellos… desde nuestra casa.
Es momento de gritar: “Vecinos, estoy aquí, como vosotros” y de aplaudir, de aplaudir con ganas, de rabia contenida y de agradecimiento, un agradecimiento inmenso hacia los profesionales y voluntarios que velan y se juegan la vida por todos nosotros. Para decirles a todos que estamos con ellos… desde nuestra casa.
Emoción
efímera que apenas dura 2 ó 3 minutos y la ciudad vuelve a encogerse sobre sí misma para sumergirse
en el silencio.
Sí, ha
llegado la primavera… ya están en flor los geranios de mi ventana.
Nos veremos de nuevo muy pronto






