Haz de tu sonrisa un paraguas y deja que llueva
Sonrisas no han faltado
en nuestra ruta, pero el lema del día era: “Ninguna mochila sin chubasquero”… o
atente a las consecuencias añado yo.
Seguro que no he sido el
único en salir de casa bajo un chirimiri que parecía querer pasar desapercibido
pero mojaba. Pero ni la lluvia ni unos cielos cubiertos que presagiaban lo peor
han conseguido intimidar a un grupo deseoso de abrazarse y de montar en bici.
Acudo al punto de encuentro
con algo de retraso (mi transporte se ha demorado) y allí ya esperan un montón de amigos, aunque algunos de
ellos dudan si sacar o no las bicicletas de los coches o irse de nuevo a
desayunar.
Ignoro qué ha pasado hoy,
qué secreto oculto incluía la convocatoria, pero han acudido dispuestos a montar
en bici… o a desayunar juntos:
Andrés, Ángel, Barri, Chicho,
Chupo, Enrique, Ernesto, Eva, Fer, Fernando, Galo, Jesús, Luis Ángel, Patrick,
Pawel, Rafa, Santi, Toñín, Toño y Alfonso, pero se nos han unido además otros
amigos a los que damos con gusto la bienvenida: Alberto, Dani, Javito, Jimi y
Nati.
(Repaso las fotos y creo que no se me pasa ninguno, que no se ofenda
nadie)
¡Go! ¡go! ¡go! ¡Vamos!,
que ha parado de llover.
El grupo se estira
mientras atravesamos Cercedilla camino de su estación de tren, formando una
cabalgata variopinta de color por los chubasqueros o las chaquetas de invierno
que algunos aún no han relegado al fondo del armario.
Bordeamos la estación y
afrontamos una subida escalonada que unos recorremos a pie y otros intentan
desde el principio superar montados. Más adelante y después de detener la
marcha viendo que faltaban compañeros, nos enteramos de que Toño ha acabado
dando volteretas, seguramente de esas que duelen más al día siguiente.
Estamos en el Camino
Puricelli, (1) que a tramos más bien parece una antigua calzada romana por lo empedrado
de su recorrido.
(1) Nombre
de la empresa que inicio durante la II República las obras de una carretera que
uniría Madrid con Segovia atravesando el Valle de la Fuenfría. Su construcción
quedó paralizada en 1936.
Vamos
ascendiendo suavemente por zona forestal y resulta difícil saber si está
lloviendo o son los árboles que dejan caer el exceso acumulado en sus hojas. El
ánimo es bueno.
Se
han acabado las piedras, de momento, y en repecho corto embarrado acabaré
resbalando, poniendo pie en tierra y formando tapón tras mí que no dudan los
amigos en recriminarme… ¡qué buena gente!
Alcanzamos
y bordeamos el Hospital de la Fuenfría, recorremos algún sendero divertido y
nos situamos en pista forestal de más fácil rodar a pesar de que empieza a
tomar desnivel. Primero por la Carretera de las Dehesas y después por la
Carretera de la República tantas veces recorrida.
Realizamos
una parada para reagrupar, en el mismo punto por el que volveremos a cruzarnos
tras recorrido. La humedad del ambiente y la temperatura no invitan a detener
la marcha demasiado.
La
próxima parada anunciada es el Mirador de los Poetas y allá que vamos a buen
ritmo sostenido, pero difícil saber quién va por delante y quién por detrás.
A
Pawel, sobrado de fuerzas, le veremos en un par de ocasiones descendiendo de nuevo ¡eh! Que vas en
dirección contrariaaaa.
La
foto es obligada, siempre la hemos hecho, pero en esta ocasión tenemos sobre
nosotros una niebla densa que te impide disfrutar de lo formidable del paisaje
y apenas se distingue más allá de los quince o veinte metros. Foto habrá,
varias, pero no las esperadas.
Hoy
no hace falta subir escalones para llegar a la Fuente de Antón Ruiz Velasco. Han
puesto un caño a pie de pista y se agradece.
Fuente de Antón Ruiz |
En
el Mirador de la Reina más de lo mismo, no se ve nada de nada y una breve
parada ya la hacemos a cubierto pues ha empezado a llover.
Y
el panorama no va a mejorar. A medida que avanzamos y nos acercamos al Puerto
de la Fuenfría la lluvia arrecia y el Cerro Ventoso parece haber abierto sus
puertas.
Puerto de la Fuenfría |
No,
no es el pino solitario, pero a nosotros nos lo parece pues es en el que nos
agrupamos para intentar, sin conseguirlo, guarecernos del agua que cae con fuerza.
Nuestros
planes de continuar hasta el Collado de Marichiva se van al traste y se
toman medidas de urgencia. Un grupo numeroso decide regresar por el camino más
rápido, Carretera de la República abajo, y el resto optamos por coger el Camino
Viejo de Segovia que nos adentra en pinares. No es tiempo para despedidas.
El
grupo de amigos que hoy se nos ha unido está más acostumbrado que nosotros a
los trazados de piedras y raíces, mejor dejarles pasar delante y ver como se
mueven, siempre se puede aprender. Fer disfruta con su e-bike en terrenos que
le son propicios.
Galo
no se ha despedido, ignoramos si con intención o no cogió otro desvío, pero sabemos que conoce
bien la zona.
El
trazado nos lleva hasta las ruinas del antiguo chalet-residencia del Club Peñalara
donde la lluvia aparece de nuevo como intentando impedir que hagamos una foto con
tranquilidad.
Chalet Peñalara - Cercedilla - 1921 Fotografía de Club Peñalara |
Nuevos
senderos que disfrutamos y trialeras que nos tomamos con precaución pero que
provocarán varios revolcones. Pawel, Patrick, Nati, con mayor o menor fortuna.
El primero el más perjudicado por varios golpes y un mal apoyo de su mano
izquierda; Nati saca el botiquín de urgencias, pero Pawel agradece más el cariño... Toño parece no resentirse de su caída de inicios. ¡Confiamos en que
todos se recuperen bien!
En
un duro ascenso me avisan de que voy con una rueda pinchada. Realmente es una
raja producto de algún llantazo y la rueda tubelizada no llega a tapar el
escape de aire. Toño y Pawel me ayudan y Barri ofrece un espray de espuma que
no sabemos si es un salva pinchazos o su espuma de afeitar para barbas duras,
pero a los pocos minutos hace su efecto y puedo seguir marcha.
Se
acaban las piedras, disfrute de unos, y comienzan los senderos divertidos,
disfrute de todos. Los cielos se abren, pero no para descargar lluvia sino para
dejar escapar los primeros rayos de sol del día.
Senderos
conocidos y otros inéditos que habrá que volver a recorrer. Da igual el que
tomes pues todos son para disfrutar y nos acercan a Cercedilla. Dos o tres
compañeros se pasan desvío y siguen cuesta abajo, pero lo dicho, todos
acabaremos llegando a nuestro destino.
Ya
un clásico echar el resto en la última cuesta que nos lleva hasta los coches antes de cruzar felicitaciones y abrazos, en los que hoy se incluyen nuestros nuevos amigos que, a juzgar por sus caras, se han divertido con nosotros.
Los que regresaron antes entraron en calor con unos cafetitos y una tortilla de patatas.
Y por nuestra parte, tuvimos que olvidarnos de la “cerveza sin alcohol con limón”… no
tenían. ¿Te lo puedes creer?
Sentimos
no haber podido acabar en grupo como empezamos, pero habrá nuevas ocasiones y
oportunidades.
La
semana que viene… a Cueva Valiente.
...y participará Patrick.
...y participará Patrick.