Circular desde Cotos por el Pingarrón, la Angostura, el Paular, el monumento al Guarda Forestal y la Sillada de Garcisancho
(o de cómo el orden de factores sí altera el producto)
Texto y trazado de ruta: Chicho
Anoche, como los buenos
toreros, seguí el ritual de cuando me toca guiar alguna ruta: me encomendé a la
Virgen de las Rutas Inéditas, le mostré mi “track” y dejé el traje de faena
listo para enfundármelo en cuanto sonase el despertador y diese buena cuenta de
un desayuno Alfonsino. Hoy torearemos en plaza de primera categoría y el mozo
de espadas Patrick pasa a recogerme a la puerta de casa para llevarme al puerto
de Cotos.
Llegados allí nos
encontramos con toda la tropa de AlfonsoyAmigos,
dispuesta a hacer una faena grande. Entre primeros espadas, novilleros
debutantes, subalternos y aficionados, nos juntamos casi 20: Alfonso, Andrés, Ángel, Ernesto, Eva, Ferluy,
Fernando, Jesús, Juan “Platón”, Juan “doble plato”, Lourdes, Luis Ángel, Miguel
Ángel, “Nines”, Patrick, Rafa, Santi, Sergio, Toño y el que escribe, Chicho.
Se cuchichea que Toño ha
sentado la cabeza, ha abandonado la soltería y viene acompañado de una tal
“Nines” para hacer la ruta y presentárnosla en sociedad. No será hasta dentro de
un rato cuando tenga yo el placer de conocer a la susodicha. Empezamos tarde y
no hay tiempo ahora para perder el tiempo en formalidades.
Arrancamos en dirección a
la estación de esquí por la carretera que en estas fechas apenas tiene tráfico.
Pronto abandonamos el asfalto para pisar tierra y empezar a disfrutar de las
vistas que nos ofrece el valle de Valdesquí, las dos Cabezas de Hierro y en
general toda la Cuerda Larga. La mañana ha amanecido fresca pero el sol ya
destella y la escarcha que ha cubierto algún prado pronto desaparecerá.
Tras una breve parada en
el Refugio del Pingarrón para disfrutar de las vistas del valle, Ferluy se
lanza por la primera trialera del día, que entre raíces y piedras sueltas nos
arranca la primera sonrisa del día y nos deja al pie de un puente que cruza el
arroyo Guarramillas.
Tras cruzarlo, el sendero
pica hacia arriba y nos toca lucir nuestras mejores habilidades trepadoras para
ir superándolo haciendo el menor número posible de pies a tierra. Alguno se
siente decepcionado porque en un vistazo rápido de la convocatoria del viernes
pensó que empezaríamos bajando a toda pastilla. Paciencia, todo llegará.
Toño y Nines |
Después de ignorar el
desvío del camino que lleva a las Cabezas de Hierro y en una parada de
reagrupamiento me llega el momento de conocer a la famosa “Nines”, y ¡qué
decepción! Resulta que la tal “Nines” tiene nombre de inglesa o americana
(Niner) y es un engendro mecánico que Toñete se ha montado visitando
mercadillos virtuales y haciendo todo tipo de trueques y compras online…jejeje.
Alfonso con "Nines" - Toño no es celoso |
Alguno con un poco de mala uva la ha bautizado como la pequeña Frankestein. Y
Toño acaba confesando que le ha costado armarla más que un mueble de Ikea sin
instrucciones.
Concluidas las presentaciones
iniciamos un descenso vertiginoso por pistas anchas entre pinos altísimos
siguiendo el margen del río Lozoya o de la Angostura. A mí me pasan todos arrancándome
las pegatinas y creo que soy el único que pone al rojo las pastillas de freno,
pero sé que tarde o temprano tendrán que parar porque que soy el único que
lleva la ruta en el GPS.
Tras el descenso que no
parece tener fin abandonamos la pista forestal para coger un sendero que
discurre por el margen derecho del río y que ya es por casi todos conocido de
una visita anterior a la zona. A todos nos sorprende que el río aún lleve agua
a pesar de la sequía que padecemos. Pero las cascadas y pozas de la zona no
rugen ni tienen la fuerza que les conocemos en años anteriores.
Echamos de menos a nuestro
amigo Lolo, que aquí salió volando y acabó estampado en una zarza en nuestra
anterior visita. A ver si te vemos de vuelta pronto, recuperado y/o
electrificado si hace falta.
El sendero es de esos que
te hacen sentir como Leonardo DiCaprio en el mascarón de proa del Titanic, mientras
lo disfrutas a toda pastilla y entiendes el significado de ese palabro que
algunos llaman “flow” (de nuevo esto de no saber inglés me trae loco).
La parada en la Presa del
Pradillo es obligatoria para reponer fuerzas, hacer la foto de rigor en la
pantalla del pequeño embalse, volver la vista atrás y deleitarse con unos
paisajes que si no confesásemos dónde hemos iniciado la ruta, bien podrían
pasar por lejanas tierras de leñadores como el Yukón o la Columbia Británica, paraíso del MTB.
Dejamos la presa atrás y
disfrutamos de la parte más baja del valle, una dehesa en la que pedaleamos
frenéticamente hasta alcanzar la pista que sube desde Rascafría hacia el Puerto
de la Morcuera.
Esa subida a La Morcuera
desde Rascafría también la tenemos pendiente pero hoy abandonaremos la pista
pronto para acercarnos a la entrada de la Cascada del Purgatorio y seguir
disfrutando de los toboganes de la zona.
Tras la excursión,
aparecemos en las proximidades del Área Recreativa de las Presillas y en un periquete
nos presentamos en el Puente del Perdón, frente al Monasterio del Paular. Han
sido algo más de dos horas de bajada y de disfrute máximo y no creo que la
eléctrica de Rafa haya gastado mucha batería.
La mañana es espectacular,
el sol radiante y lo único malo es que a partir de ahora nos queda por delante una
subida durísima hasta volver a coronar el puerto de Cotos.
Así que toca parada y
fonda, cambio de ropajes, avituallamiento generoso, fotos para el álbum de
rutas (Fernando descubre que su teléfono es capaz de hacer fotos al reconocer
su voz) y prepararse para empezar a sufrir y ganarse la “Fama” que nos
precede…jejeje.
Decimos adiós al
Monasterio y pronto conectamos con el GR-10.1 que a la salida de Rascafría es
una ancha pista forestal a la umbría de los pinos que tras una subida que
empieza a endurecerse poco a poco nos va acercando al Mirador de Los Robledos,
donde se encuentra el Monumento a la Guardería Forestal.
Este mirador es uno de los
sitios con las vistas más bonitas de toda la Sierra de Guadarrama y desde luego
que transitar por la zona y no acercarse a disfrutar de un buen rato en sus
inmediaciones es un delito que debería estar penado con cárcel. Así que aunque suponga
un ligero desvío, lo visitamos como es costumbre cuando AlfonsoyAmigos se
acerca por la zona. La foto del trenecito también se va convirtiendo en un
clásico.
Antes de reanudar la
marcha, comprobamos que aún nos quedan por remontar unos 500 metros de desnivel
y aunque el ánimo es bueno, quien más quien menos empieza a sospechar que el
plato fuerte de la ruta está a punto de servirse y a más de uno puede que se le
acabe atragantando. Pero es lo que tiene esto de comer fuera de casa, que a
veces las digestiones son pesadas.
A partir de ahora, cada
uno irá eligiendo a sus compañeros de fatigas (nunca mejor dicho) en función de
su afinidad de estado de forma. A mí me toca “disfrutar” de la larga subida
hasta la Sillada de Garcisancho en compañía de Lourdes. Del resto de parejas, tríos
o cuartetos no tengo ni idea de cómo se configuran porque pronto los perdemos
de vista. Supongo que no se guardarán fidelidad y que cada uno irá abandonando
a su suerte a los compañeros que caigan en desgracia y sean visitados por el
“tío del mazo”.
De todos modos, siempre
estará por ahí Juan Platón para acudir al rescate y dar ánimos al que lo
necesite. La subida hasta la Sillada discurre por una pista ancha y en buenas
condiciones, pero el desnivel es constante y fuerte y hay pocos tramos donde
recuperar el resuello. A Alfonso (convaleciente de una noche con problemas
estomacales) y a Jesús (aquejado de calambres) no les acaba sentando bien este
segundo plato de la subida a Cotos. Y todavía queda un tercero y el postre.
En la Sillada de
Garcisancho, hacemos una parada larga para reponer fuerzas y reagrupar. La
subida está resultando más dura de lo esperado y además la hora de finalización
de la ruta se nos está echando encima. Menos mal que las vistas y el buen
ambiente compensan la paliza que nos estamos dando. El doctor Calleja tira de
maletín de emergencias y a base de “red bulles” y pastillas consigue resucitar
las piernas de Jesús. Alfonso parece que se recupera sin ayuda de la química.
El paraje es espectacular
e inmortalizamos el momento con una foto de grupo porque Andrés amenaza con no
volver al lugar del crimen en una larga temporada. Abandonamos la Sillada y un
poco más abajo, escondida entre la maleza, nos desviamos por una trialera / arrastradero
de pinos que nos deja en la carretera que sube desde Rascafría.
Los más “tocados” por la
larga y dura subida proseguirán por carretera hasta los coches. El resto
abandonamos la carretera para dar cuenta del tercer plato del día, la subida
por una colada más llevadera que el Camino Viejo del Paular, pero que acabará con
las últimas reservas que quedan en nuestros doloridos músculos. Aun así, el
sendero es precioso, duro y técnico y acaba en la explanada cercana a la Venta
Marcelino. La última parada nos sirve de nuevo para comentar la dureza de la
ruta que estamos a punto de concluir.
Pronto surge la
controversia de si habría sido más sensato iniciar la ruta en Rascafría y
hacerla en sentido inverso para no dejar toda la dureza y el sufrimiento para
la parte final donde las fuerzas flaquean. Este tercer plato del día también se
le ha atragantado a algún compañero más, no sabemos si por la dureza acumulada
o como en el caso de Sergio, por no llevar las calas correctamente ajustadas.
El equipo rojo |
Puesto que no hay acuerdo
en si el orden de factores habría alterado el resultado de la ruta, no queda
más remedio que atajar la polémica y concluir que habrá que regresar algún día
y realizar la ruta al revés.
En el aparcamiento
disfrutamos a la carrera del postre, un delicioso brownie que nos ha preparado
Lourdes. A continuación cada uno sale
disparado a dar explicaciones en casa por la tardanza en regresar a comer.
Y esto es todo amigos.
Otra ruta de esas que como decía el padre de Luis Ángel, “ya no nos la
cuentan”.
Un abrazo para todos y
hasta la próxima.
Chicho