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La Clásica que estuvo a punto de no serlo

La ruta del Puente de La Marmota ya se ha ganado su merecido lugar entre las clásicas de Alfonsoyamigos

Crónica: Chicho

Fotógrafos: Varios

Edición: Alfonso

Los seguidores con solera del blog sabrán que no lo tuvo fácil en sus inicios. Pero con algunos retoques por aquí y por allá y a fuerza de repetirla caigan chuzos de punta o no, se ha impuesto en el calendario anual del grupo para satisfacción tanto de los que ya la conocen como de los que la descubren por primera vez.

No podemos decir que se concibió como una trilogía, pero ya va por su tercera entrega, como las grandes sagas cinematográficas. Y como en éstas, hay algunos actores fijos y otros que se van incorporando al reparto.

El elenco de hoy, con debutantes y artistas invitados está compuesto por: 

Alfonso “el hoy hago la ruta sin goretex que me cuezo vivo”, Andrés “el hoy suelto un chiste guarro a poder ser, en cada repecho”, Ángel “el ya era hora de lucir pantalón corto”, Barri “masajes exprés”, Enrique “el llevo un track de contrabando”, Fernando “el hombre de azul, pitorro incluido”, Ferluy “el La Madrid-El Espinar se hace sin avituallamientos”...

... Forlán “La Marmota sí me gusta con mi eléctrica”, Jesús “el Sr. Lobo sin Lamborghini”, Galo “el hijo pródigo que se lo pasa pipa con nosotros aunque luego tenga que hacer ruta por la tarde”, Juan Platón “el no llevo agua porque en El Espinar hay sequía”,  Luis Ángel “el ya me acuerdo de montar en bici después de tanto esquiar”,...

... Paco “el menudo ruta he escogido para volver a salir con el grupo”, Sergio “el me quiero pasar al monoplato sin arruinarme en el intento”, Pawel “el te adelanto sin despeinarme y te saludo para que te des cuen, cobarde”, Toño “el te saco un dedo en el guasap a la primera de cambio” y el cronista de turno en ausencia de Patrick “el magnífico”, Chicho (ya os dejo a vosotros que me pongáis la coletilla …jejej. Pero eso sí, cuando escribáis la crónica).

Sinceramente creo que después de hacer el traje a medida de cada uno, podría dar por finiquitada crónica de la ruta, pero os contaré que empezamos por la Colada de las Huelgas del Río Manzanares, con esos desvíos caprichosos que suelen acabar en paredones inciclables salvo para los gallos del grupo...

...que las rampas están algo resbaladizas porque sigue sin llover y el terreno no empapa; que bajar a visitar los molinos y batanes merece la pena aunque haya que volver al sendero arrastrando la bici; que la mini central de Navallar sigue produciendo electricidad un siglo después de su construcción; que el Manzanares baja escaso de caudal y que la presa y el Puente del Grajal siguen siendo unos parajes preciosos donde merece la pena hacer más fotos y echar unas risas con el personal.

En mi opinión y la de alguno más, últimamente se empiezan a echar de menos los ratos de asueto y divertimento. Esos momentos en los que te da tiempo a cambiarte de ropa sin tener que hacer malabarismos con el plátano que te estás comiendo para que no quedarte atrás porque el grupo ya ha arrancado y te ha dejado en medio del campo enseñando tu cuerpo serrano en camiseta interior. 

O esos ratos donde los drones salían a volar y había tortas para que te dejasen pilotar uno por unos minutos. ¡Menudas vistas aéreas podríamos haber tenido hoy de todo el entorno del Grajal!

Remontamos hacia el Alto del Grajal por el sendero paralelo a la carretera desde donde divisamos unos cuantos coches deportivos “haciendo carreritas”. Ya me gustaría ver a esos intrépidos “fitipaldis dominicales” encima de una bici dando pedales como nosotros. Seguro que no hacían tanto ruido ni subirían el alto al ritmo que lo hemos hecho nosotros.

Superado el alto avanzamos hasta el cruce con el Cordel de Cantalojas, donde hacemos una parada de reagrupamiento y nos topamos con otro grupo de ciclistas donde me parece reconocer a un compañero con el que compartimos la “primera quedada de wikilocos” hace unas semanas. 

Como no estoy seguro de que sea él y como tampoco me gusta saludar a desconocidos enfundados en mallas de licra (jejej), no intercambiamos saludos. Finalmente por la noche y gracias a las nuevas tecnologías, puedo confirmar que sí era otro “wikiloco” y le prometo que la próxima vez tendrá el honor de fotografiarse con el grupo de AlfonsoyAmigos.

Sin más dilación, enfilamos la Cañada de Matamuñoz, un sendero con mucho flow y que nos dejó encantados la anterior ocasión que lo recorrimos. Después de superar los obstáculos típicos de una “marmotada” que se precie, enlazamos con la pista principal camino del desvío de Cañacerrada.

El rodeo hasta el Puente de La Marmota nos deja ver el embalse del Pardo, casi sin agua, pero nos ofrece esas vistas de todo Madrid que nos tienen encandilados desde que las vimos hace algo más de un año.

Durante el breve descanso que nos tomamos en el puente se hacen los preparativos para el ensayo general de la “Madrid-Segovia” que el próximo domingo hará la mayoría del grupo. Se plantean las más locas combinaciones de coches, trenes y recorridos en bicicleta que os podáis imaginar. Lamento profundamente no poder ser yo el cronista de cómo acaba esa próxima aventura, pero seguro que alguien me sustituirá gustosamente y nos lo contará.

Esta vez, abandonamos el puente rodeando el Alto de La Marmota, después de superar un primer tramo de escalones y pedrolos. Decimos adiós a las ruinas de la central eléctrica abandonada y poco a poco desaparecen las piedras y el sendero se vuelve rápido. 

Al completar el rodeo del cerro, comprobamos que no hemos caído en la cuenta de que algunos compañeros andan justos de fuerzas y van a sufrir durante el tramo de regreso a los coches. Quizás en otras ocasiones, todos hayamos estado más pendientes de estas situaciones ofreciendo no sólo apoyo moral sino también algún empujoncito de esos que ayudan a superar cuestas cuando las fuerzas flaquean.

Sin haberlo planeado, este tramo ya les sirve a muchos de reconocimiento del trazado de la próxima semana y en lo que a unos les parece poco tiempo y a otros se les hace más largo, alcanzamos el polígono industrial de Colmenar Viejo y la estación de cercanías desde la que accedemos a la plataforma del ferrocarril Madrid-Burgos en desuso.

El ritmo a la vera de las vías del tren siempre es alegre y además en una mañana soleada como hoy da gusto sentir el aire calentito dándote en la cara. No falta el cruce de saludos con los caminantes que frecuentan este tramo. 

Sobre el cruce de saludos, solo decir que esta zona de Madrid todavía parece que no se encuentra afectada por esa epidemia creciente entre ciclistas y senderistas que directamente te lo niegan o no se dignan en responder cuando tú lo haces. Una pena no tener un chiste del gran Forges a mano sobre la cuestión, porque saldrían bien retratados.

Abandonamos la vía del tren para remontar por una estrecha calleja también descubierta hace poco gracias a los amigos de la quedada de “wikilocos”. A los que van bien de fuerzas, les gusta, pero reconozco que quizás podríamos haber prescindido de este tramo duro y técnico y haberles brindado una escapatoria más llevadera hacia los coches.

Después enfilamos los toboganes de la Colada de los Gallegos donde el grupo se estira y algún compañero casi se ve arrollado por el ímpetu de los bajadores del grupo. No perdamos la sana costumbre que siempre hemos tenido en el grupo de respetar los distintos ritmos y grados de destreza en las bajadas. Es un tema viejo y que en anteriores ocasiones ha originado algún conato de conflicto, que estoy seguro no volverá a suceder.

La última parada antes de los coches no es por pinchazos ni avería mecánica sino por avería muscular de nuestro amigo Paco, al que le hemos dado una bienvenida un poco “heavy” después de unas cuantas semanas dándole a la quitanieves sin parar. 

Menos mal que uno de los últimos fichajes del grupo, el masajista Barri, sabe dónde y cómo tocar las piernas de Paco para recuperarle en un santiamén y permitirle acabar la ruta con una sonrisa de oreja a oreja como el resto del grupo.

Hasta el próximo domingo….

Chicho

 

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